¿Qué es lo que gritan tus ojos negros con tanta
insistencia, justo ahora que vas a morir? ¿Por qué la clemencia se hace tan
cobarde conforme se gasta la sangre que corría por tus venas y, que ahora, baña
mis pisadas? Dile a tus latidos que se callen y dejen dormir a mi corazón en
paz, esta noche los ángeles cantarán plegarias en nombre de tu alma, para que
al fin seas libre.
Mis manos acarician tu fino cuello, golpeando con
mis pulgares el bombardeo de tu cuello. La ira lleva a la codicia y, con ella,
la asfixia se convierte en un prolongado ritual de fetiches, en el que inhalo
con ansia cada uno de estos últimos instantes. Fuiste la belleza de la lujuria
para mí. Yo, que era el cordero preferido del señor. Ahora, puedo oírle susurrando
y guiándome por el sendero correcto, pidiéndome fresca tu carne antes de que mi
locura me aparte de sus brazos. La gula del señor es insaciable, siempre pide
más.
En ocasiones lo envidio, en ocasiones lo amo. Mis
hábitos cubren todos los miedos que delante de ti puedo llegar a sentir. Él me
hace fuerte ante el demonio, que se esconde en cada rincón; siempre acechando
desde donde la mirada no alcanza. Su ley en inapelable, dándonos poder a los
jueces de este mundo terrenal. Por ello, mientras mis ojos se despiden de tus
pechos por vez última, negados a los goces de la vida terrenal por mi orgullo,
te irás sufriendo; única forma de encontrar el perdón tras tus pecados.
Así es como mis dedos vuelven a insistir en tu
garganta. Se tornó violeta el carmesí y la pereza eyaculó en litros de placer.
¡Oh, señor! He de confesar que disfruté siendo su perro, llevando a la oveja
descarriada hacia el pastor, mi pastor. Tus ojos se abrieron, antes de tomar lo
que sería tu última bocanada. De pronto un temor recorrió mi espina dorsal y
una imagen llegó a mi cerebro, fue aquel instante de hace cinco años donde todo
había comenzado a cambiar…
…En el fondo deseé que nunca hubiera sucedido,
en el fondo deseé no existir.
Drizzt Beleren
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