domingo, 8 de marzo de 2015

Entre el Sol y la Luna

Un día más, el Sol le ilumina la cara. La creciente luz molesta, pero le da algo del calor que le devuelve a la realidad. Los ojos piden insistentemente, a modo de picor y escozor, un descanso lejos de ella. Un pequeño tiempo muerto en un mundo en el que se nos escapa la vida.

Pronto se vuelve a hundir en los hondos pensamientos que han provocado que le sorprendiera así el amanecer. Los detalles se diluyen conforme avanza la cordura a ritmo de luz diurna. Ha cambiado la perspectiva. Pero sabe que al fin y al cabo volverá a cambiar al final del día, cuando el calor dorado del rey Sol dé paso al frío plateado de la princesa Luna. El pasado también es futuro, y el presente una minucia. Los recuerdos se convierten en fatídicas profecías que tomarán forma conforme los sueños invadan sus vigilias. Sueños vívidos que muestran aquello que todavía duerme dentro, aquellos miedos, deseos y dudas que enterramos con tiento bajo nuestra certeza. Cuando nuestro mundo se rompe, esas profecías soñadas surgen de los escombros como sombras grotescas de monstruos deformes. Y entonces lo entendemos. Esa luz fría que nos regala la Luna es el recuerdo de aquella que nos mantuvo calientes ayer, y el auspicio de que el Sol vendrá a nosotros por la mañana y estará alto al mediodía.

¿Qué será de él mañana?, ¿se hará verdad su temida profecía? Pasarán las horas y los días, se alternarán Sol y Luna. No hay duro metal que sobreviva al óxido ni un cálido abrazo que se escape de una despedida. Vendrán, se harán grandes y se irán, las circunstancias de la vida, mientras él desea que hubiera parado el tiempo en cada amanecer en su compañía. Puede que mañana haya otras, como otrora hubo unas. Pero no quiere a unas, al igual que ya no busca otras. Quiere guardar ese momento y apretarlo contra su alma, para ver si así el tiempo no se lo quita.

El rey Sol acaricia su suave piel como antes hizo la princesa Luna. Él la tapa con la manta. Si puede evitar que la luz le llegue, quizá pueda luchar contra los malos augurios de su profecía.

M E L O

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