domingo, 22 de marzo de 2015

Artificio

Muchos se jactarán de las palabras que escribo aquí. Y no les faltarán motivos, pues la lógica y la razón estarán de su parte. No les culpo de su actitud escéptica, pues mi reacción hubiera sido la misma si alguien me hubiese intentado explicar todo esto desde un principio. Aún así, una parte de todos nosotros sospecha y teme que haya cosas sin descubrir, cosas que no llegaríamos a comprender. En el fondo, todos tenemos miedo a la oscuridad.

Si buscas en tus recuerdos encontrarás momentos en los que has mirado de frente a la oscuridad, y te han provocado temor. En la penumbra de tu habitación, la esquina más oscura te hace desviar la mirada. Por mucho que enfoques la mirada, es como si hubiese algo que no quisieras ver. Eso que de pequeños nos hace refugiarnos detrás de las sábanas y mantas. Preferimos no ver.

Esto siempre se ha explicado, y hasta ahora yo también lo creía así, como el miedo a la incertidumbre, a no ver. Saber que no hay nada pero no poder demostrarlo. Sin embargo, una puerta cerrada en pleno día no nos da miedo, al igual que debajo de la manta con los ojos cerrados nos sentíamos más seguros. Tengo la certeza de que la explicación es otra.

Al igual que el barullo no nos deja escuchar un susurro, la luz no nos deja ver. La oscuridad a la que estamos acostumbrados sólo alcanza a sugerir algo que no llegamos a descifrar, y aún así, ya nos hace temer. Sólo en el silencio más sepulcral escuchamos los susurros, y sólo en la oscuridad total los podemos ver.

Fue así como vi los ojos. No compete comentar aquí las circunstancias que me llevaron a tal situación, pero sólo diré que en mis experimentos necesitaba una ausencia total de luz. Siempre he sido una persona valiente y orgullosa, y los primeros días aguanté el temor como pude, apelando a mi soberbia. Desde entonces hasta ahora he temido las noches y el insomnio me ha dejado en un estado deplorable, que muchos de mis cercanos no han  ido dudando en comentar.

Después de atreverme a intentar tapar esas pequeñas fuentes de luz casi inapreciaple que se escondían en el cuarto oscuro tuve que desistir, pues desaparecían imperceptiblemente y aparecían, exiguas, en cualquier recoveco de la habitación. Quise desdeñar estos "ojos" que tanto me inquietaban, pero pronto me sorprendí nervioso y agitado, al borde de un ataque de ansiedad.

Días después, ya me encontraba en este estado nervioso que me ha consumido hasta ahora. Empecé a intuirlos en cada pedazo de oscuridad. Estuviera donde estuviera, me miraban desde la oscuridad. A veces me giraba y los veía mirándome fijos y silenciosos, acechándome escondidos, y empezaba a ahogarme entre jadeos.

Empecé a obsesionarme con ellos. Tenía todas las luces de mi casa encendidas a todas horas y dejé de dormir. Buscaba información sobre los ojos en los sitios más extraños, todos de dudosa credibilidad. De lo poco que pude que sacar en claro es que de alguna manera estaba relacionado con la muerte, y que aquellos que lo han visto no han tardado en enloquecer y morir. Caí en una espiral de histeria y obsesión, que me dejó demacrado, física y mentalmente.

Hasta que lo acepté. Hoy sé que voy a morir, los truenos lo anuncian con fuerza. Moriré sentado a la escasa luz de una vela en mi escritorio, escribiendo a mano debido a la falta de electricidad. Es mi último día con vida y quería dejar constancia de estas paranoias que se esconden en la realidad. Creeréis que estoy loco y yo a veces también lo creo, pero no en estos momentos. El espejo que reposa enfrente de mí me muestra, justo detrás mío y un poco por encima de mi hombro, unos ojos que me miran fijamente y una sonrisa de burla que me susurra al oído "vas a morir".

M E L O

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