La vida tiene botón de
reinicio, como un sofisticado reloj digital con un tiempo límite y,
al llegar a ese último segundo que nos pertenece, el reloj reinicia
de cero. Una luz blanca me destella y protejo mis ojos con las manos.
Me arrastra hacia lo desconocido y estiro los brazos para aferrarme a
mi, a mi vida, pero es demasiado fuerte. Consume ese último
instante en el que soy consciente y no distingo entre donde acaba y
donde empieza. Me desengancho de todo aquello y pierdo la noción del
tiempo, del lugar. Lo blanco se vuelve negro y lo escrito retorna
como una hoja de papel nueva. Después me cogen en brazos. Grito.
Grito y lloro. No puedo abrir los ojos y eso me frustra todavía más.
Siento un aliento cálido, un beso cariñoso-duerme, cariño, no
hagas caso del barullo que de la vida ya me encargo yo-ambos
pronuncian un nombre. Mi nombre. Es lo primero que conozco de
mí-Cristina.
/ 21 años más tarde/
Zaragoza, 21-3-2014 / Facultad de Filosofía y Letras /
-Señorita, Abellán, ya
sé que no le interesa mucho la vida de Rosario Latorre, pero atienda
un poco. Luego le cuenta a su compañera el chiste-ladra el profesor
y yo asiento-para una vez que hablamos de una autora
aragonesa...-gruñe y sigue explicando-Rosario Latorre nació el 6 de
abril de 1953 en Illueca y estudió allí en una escuela pública
aunque, en realidad, se crió en casa de su tía que vivía en un pequeño pueblo de la zona. Allí, se casó a los 22 años con
Francisco Villán, dueño del ultramarinos, y tuvieron un hijo.
Escribió poesías, libros de cuentos...
En realidad, sí me
interesa. Latorre es una de mis escritoras preferidas. Sus cuentos
están llenos de color, misterio, juegos, secretos, logros... de
vida.
Al salir de la última
clase del viernes y sentir el sol en mi piel, solo puedo sentir
libertad. Como rápido con mis padres y nos ponemos rumbo al pueblo.
Hay celebración y, sobre todo, fiesta. Tras el viaje y dejar las
bolsas, me escapo a mi pequeño paraíso. A las orillas del río.
Entre los árboles. Sobre las montañas. Sentada en una roca en medio
de una orquesta de armonías. Allí siempre me llega la inspiración
para mis versos. Allí. Donde me siento completa y reina la
calma-”Habré sido muy feliz aquí en alguna vida pasada”-pienso.
Más tarde, llega la luna, la noche, la fiesta, lo chicos. Uno se
acerca pero no lo conozco. Es de otro pueblo y se llama Jaime. Sus
ojos centellean y desprenden magia. Entre nosotros hay una química
que escapa a la lógica, parece anterior a nosotros mismos. Él
trabaja en la tienda de sus padres y por lo que dicen los demás, es
un buenazas.
/ 3 meses más tarde / Setenil de las Bodegas (Cádiz) 17-7-2014 /
Jaime me coge de la cintura y me tira al agua. Hoy hace un día radiante en la playa. Me escapo. Me atrapa. Me escapo. Me atrapa. Me acerco a su oído y le susurro-Si pudiera volver a nacer, a vivir, quizás en otra vida... siempre te encontraría.
Jaime me coge de la cintura y me tira al agua. Hoy hace un día radiante en la playa. Me escapo. Me atrapa. Me escapo. Me atrapa. Me acerco a su oído y le susurro-Si pudiera volver a nacer, a vivir, quizás en otra vida... siempre te encontraría.
/ 2 años más tarde /
Zaragoza, 21-10-2016 /
El repartidor me entrega
el paquete, firmo, me despido y corro al salón para abrirlo. Es mi
libro. Lo abro en la primera página y leo la primera línea: “La vida tiene botón de
reinicio, como un sofisticado reloj digital con un tiempo límite y,
al llegar a ese último segundo que nos pertenece, el reloj reinicia
de cero.”
Alicia Salazar
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