miércoles, 26 de marzo de 2014

El día de los muertos

Uno, dos, tres... veo caer los copos de nieve sobre Canfranc en esta noche de luna llena. Los niños disfrazados de terribles criaturas ya van de casa en casa chillando-¿Truco o trato?¡Es Halloween!-una invasión americana más.

Me alejo de la ventana. Veo a mi abuela con su poncho y la cara pintada de blanco colocando el altar con la foto de mi abuelo, sus objetos personales, pan de muerto, calaveras, velas y collares de cempasúchil, la flor naranja del día de los muertos. Mi abuela es mexicana y se niega perder sus tradiciones. De pequeña me contaba viejas leyendas de su tierra como la Catrina, una diosa a la que llaman la Dama de la muerte. En Mexico el día de los muertos es un día de celebración, de reencuentro con los seres queridos, mientras que en Halloween los niños se visten de monstruos para ahuyentar a los malos espíritus. Llaman al timbre y mi abuela va a atenderlos. Yo, ya adaptada, cojo el sombrero de bruja para seguirla pero, entonces, escucho unos pasos que vienen del ático. Cada vez que se oye una pisada arriba, aparece una huella en la nieve de la calle-es broma- pienso.

Bajo rápido por las escaleras y al irse los niños, veo que mi abuela también se ha dado cuenta. Las pisadas se han mezclado pero diferencio unas de hombre. Ahora las huellas corren cuesta abajo, pasan cerca de la vieja estación y me llevan entre las calles. Inevitablemente, las pierdo entre la gente. Una niebla recorre el suelo y se extiende. De repente, sombras. De repente, sangre. De repente, huesos. Los huesos se reconstruyen con carne y a la carne le acompañan ropajes raídos. Poco a poco recuperan un rostro al que poder mirar. Mi reloj apunta la medianoche: La hora de las brujas. Algunos corren, otros se paran al ver a algún conocido. Los vivos se mezclan con los muertos. Pero ellos no hacen daño a nadie, solo vagan en la oscuridad. Yo sigo paralizada cuando...

Pum pum. Pum pum. Pum pum. Mi corazón se dispara. ¿Eres tú? Me acerco a él mientras la figura hace lo mismo. Acaricio su cara y él me observa tranquilo. Su mirada inerte me calma-hemos hecho un trato con la Muerte-dice Samuel-tenemos una noche en la tierra de los mortales y he pensado venir a verte. Aún se reflejan las heridas del accidente de coche que mató a mi novio hace dos años-¿y a dónde vamos?-pregunto sin más-hoy lo material y lo espiritual se funde, quiero enseñarte tu querido Mexico. Con solo pensarlo viajamos a Michoacán, del que había oído hablar a mi abuela. Un lugar lleno de música, de cempasúchils, de calaveras de azúcar, de altares con frutos, de velas en los panteones... Se han preparado para reunirse con sus familiares y lo celebran alegremente como un milagro. Es el día de los muertos. Nosotros bailamos un buen rato y, finalmente, nos sentamos.
-Antes solo podíamos salir como espíritus-explica Samuel-la última vez vine aquí después de visitarte. Me hablaste tanto de esto... me encanta cómo lo viven.
-¿Cómo es la muerte? ¿Sufriste?
-Sí, pero no duró mucho ¿Sabes? allí abajo es todo tan oscuro... pero ya no hay miedo, ni dolor.
Le abrazo y le beso sin importarme el hecho de que esté muerto. Entonces lo pienso.
-Pero... ¿Qué le disteis a cambio a la Muerte por regresar una noche?
El sol estaba saliendo y la noche llegaba a su fin.
-Le prometimos la vida de un ser querido. Le vendí tu alma.

Alicia Salazar

No hay comentarios: