miércoles, 5 de marzo de 2014

Sin escapatoria

-Averigua de quién es la moto ¡Dame el nombre del dueño y sácala de aquí cagando leches!-el jefe de policía se gira y exclama-¡vosotros! Los de la televisión ¡Todo el mundo fuera!
-¡Hay una mujer ahí dentro!-grita la gente.
Puedo escuchar todas esas voces de la calle como un conglomerado de sonidos de fondo que gira a mi alrededor sin cesar. Los escucho a todos mientras me escondo de él. Me está buscando. Oigo sus pasos acercándose. Está aquí, pero aún no me ve. No van a llegar. Derramo tres lágrimas y en el caos de mi mente me repito: “Esta vez no me voy a salvar, no me voy a salvar...”

En los peores y posibles últimos segundos de mi vida, me pongo a recordar los hechos que me han llevado hasta aquí. Solo era mi vecino, mi amigo, pero yo le veía como algo más y, desde luego, él a mí también. No tardó mucho en demostrármelo. Empezamos a salir hace dos años después de una vida juntos. Decidimos alquilar un piso pequeño en uno de los nuevos barrios de la periferia de la ciudad. Era perfecto para nosotros y nosotros para él. Cada vez discutíamos más, sobre todo, yo ¿Es que me creía tonta? ¿Se pensaba que no sabía lo de sus amiguitas? Pero él me abrazaba y me decía que yo era la única, que me quería solo a mí... Y con esos ojitos negros yo era incapaz de decir adiós. Más tarde, me quedé embarazada. Debería haber sido una alegría, pero su empresa cerró y se quedó en el paro. Solo dependíamos de mi sueldo. A mí me daba igual, pero él es tan conservador...-otra boca más que alimentar-farfulló-yo soy el que debe mantener a la familia. Se largó dando un portazo y no llegó hasta la mañana siguiente borracho como una cuba. Tanto que no paraba de sobarme. Intentaba escabullirme de sus manos, sin embargo, ellas con su imponente fuerza no me dejaban. Yo seguí rechazándolo hasta que le escupí en la cara y entonces paró. Paró y me pegó. Aquella fue la primera vez que lo hizo pero no la última, y perdí al niño. Me escapé con lo puesto y el bolso cuando se fue a comprar al supermercado. Sin llamar a mis padres para decirles a dónde iba, por lo menos hasta que estuviera asentada en algún lugar segura. Sin dejarle una nota. No sé muy bien porqué no llamé al 016 ¿Miedo? ¿Vergüenza? Me pudo la desesperación. Solo pensaba en huir de él. Pero me ha encontrado.


Y así estoy en una habitación de este antro al que llaman hotel, con el cuerpo sin vida de un policía de este pueblo cercano a Madrid a mi vera. El pobre hombre solo trataba de protegerme. Él decía que era mi amante. Cuando me dí cuenta había recibido un navajazo mientras yo estaba aquí escondida bajo la mesa. Ya solo quedo yo. Entonces me fijo que en la mano más cercana a mí tiene la pistola. Así que rectifico: solo quedo yo y mi desesperación. Cojo la pistola rápido. Le miro a sus ojos negros y mientras levanta la navaja hacia a mí, apunto y disparo. Cae al suelo y desaparece su último aliento. Suelto la pistola con un espasmo y me quedo paralizada durante los dos eternos minutos que les cuesta llegar a los policías hasta mi posición. Al ver la trágica escena, entre lágrimas y titubeos, lo único que consigo hacer salir de mis labios es-estaba desesperada y disparé.

Alicia Salazar

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