Vacío. La eternidad me ahoga en las mareas de la
vasta noche. La luna, más lejos que los límites de toda visión, agita el
silencio de las estrellas, que lloran al no poder amar. El tictac del reloj ya
ardió consumiendo las arrugas de mis sueños, la luz disipó las lágrimas que
portaban decrépitos recuerdos, y un sinfín de enredos prendió la mecha del
ayer.
Las telarañas de nuestros pasos tejen cordones de
sueños entre las almas que se encuentran, por azar, en el camino. Pendiendo nada
más que de un hilo caemos en esta absurda realidad que secuestra nuestros
corazones, en este plano que retuerce nuestra mente, en este universo donde el
amor forja el calor de nuestras almas. Las sonrisas, finas tiras de mimbre que
se entrelazan, nos atan al efímero humo de la verdad. Tan solo existe una
oportunidad. No hay vuelta atrás.
Pues con el tiempo, el aire desgasta las trenzas del
destino, el agua degrada las cadenas que forjamos, la arena rompe toda unión.
Si algún nudo de la maraña de cuerdas sobrevive al dolor de la soledad, si el
reflejo del firmamento escupe un nuevo amanecer en compañía, al soltar el
último lazo te hallarás siempre ahí.
Ahora acuesto cada noche sus miradas, protejo su
sonrisa del crepúsculo, y robo las plegarias del viento; ahora espero su
eternidad para poder volar con ella. Libré la más épica de las batallas, vencí
a la más terrible de las pesadillas, y aunque mi cuerpo pereció y mis ojos se
cerraron, derroté a la soledad.
Nuestro camino debe proseguir más allá de las luces
del infinito, más lejos que el brillo de tus pupilas; pero lo haremos cogidos
de la mano.
Drizzt Beleren
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