Han pasado 998 horas desde que mi
vida es una pesadilla. Jaime está cada vez peor y los médicos temen decirme que
pronto morirá. A veces, me basta con ver cómo me miran cuando todas las mañanas
pasan consulta a mi bebé.
Siento que fue mala idea querer tener
un hijo. Carlos y yo intentamos quedarnos embarazados varias veces y nunca lo
conseguíamos. Nueve años de nuestra vida frustrados mes si y mes también porque
nuestro sueño, ser padres, se veía cada vez más lejano.
Por fin, nos aconsejaron probar la fecundación
in vitro. Mala idea. Suerte fue conseguir quedarme embarazada en el primer
intento, pero poco tiempo después empezaron los disgustos. Mi bebé no crecía y
por riesgo de aborto tuve que dejar de trabajar –mi otro gran sueño en la vida-
y reposar desde el segundo mes de mi embarazo.
Carlos y yo éramos optimistas pues
los médicos decían que era un caso como cualquier otro. Entonces, mi lado más
maternal surgió de dentro de mí y me dediqué a preparar todo con ilusión.
Mes a mes los médicos continuaban
optimistas y yo compartía su esperanza. Carlos y yo éramos felices hasta que, un 5 de octubre empecé a
sentir un dolor muy fuerte. Era el bebé, quería salir. Solo habían pasado 5
meses y medio desde que me quedé embarazada.
Sentí miedo.
Han pasado 1005 horas. Jaime no
mejora. Los pulmones le fallan y algo dentro de mí me dice que va a morir. Carlos
me pide que vaya a ver a Nacho, llevo desde el día del parto sin verle. Nadie
entiende que una madre no quiera ver a su otro hijo. Nadie entiende que odio a
Nacho… Ha estado 5 meses matando a su hermano dentro de mí. No puedo mirarle a
la cara. Siento que me estoy volviendo loca. Le digo a Carlos que vaya él,
agacha la cabeza y se va. A veces pienso que él está siendo más fuerte que yo,
que me necesita para continuar adelante pero, yo ya no puedo más.
Las horas van y vienen, los días
pasan. Jaime sigue en la incubadora, no hay signo de mejoría. Lloro lejos de
Carlos. Por primera vez en mi vida pido a Dios que me ayude, rezo sin saber
cómo hacerlo.
Ya han pasado 2 meses desde que Jaime
nació. Nacho ya está en casa con sus abuelos, sigo sin querer verle. Los médicos
me quitan las pocas esperanzas que tengo, Jaime va a morir pronto. Me
estremezco. Nunca antes la palabra “morir” había hecho tanto daño en mi
corazón.
Desesperada busco en Internet, compro
libros… necesito salvar a mi hijo. Después de horas de búsqueda sin respuesta
llego a un foro donde una madre cuenta una historia parecida a la mía. Por
primera vez desde hace meses siento que alguien me entiende. Pronto leo: “mi
hijo sobrevivió”. Sonrío y llamo a Carlos. Carlos me escucha estupefacto, no
cree que funcione. Como en los últimos meses, le ignoro. Corro en busca del
doctor y le enseño el artículo del foro. Reacio al experimento que salvó al
bebé de esa mujer decide no probarlo.
Hoy a mi bebé se le ha vuelto a parar
el corazón pero el médico ha conseguido que vuelva a la vida. Llorando histéricamente le pido que
haga lo mismo que hicieron con la mujer que salvó a su hijo. Supongo que, harto
de escucharme, acepta.
Hace 7 meses que Jaime entró en la
incubadora. Por fin mañana podré llevarme a mi hijo a casa. Ha sobrevivido a la
muerte. El experimento funcionó. Su hermano, Nacho, quien estuvo durante 5
meses y medio matándole dentro de mí, lo ha salvado. Han bastado 4 meses juntos, en la misma incubadora para que, la fuerza y la vitalidad de Nacho haya hecho a
Jaime un niño más fuerte. Después de tantos meses sin salir del hospital por
fin puedo irme a casa con mis dos hijos.
Ahora, por primera vez
desde que nació, voy a coger a Nacho.
Desde ahora y para
siempre, nuestro héroe.
Sarasvati
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