sábado, 26 de abril de 2014

Cambio radical

Leticia ha sido la cuarta desde que empecé a salir con chicas. Otro desastre amoroso más a mi vida.  Me llamo Raúl y tengo 30 años. Desde los 17, como casi todos los chicos, empecé a salir con las chicas de mi edad.

Rosa, Marta, Esther y Leticia. Cuatro mujeres en 13 años. Cuatro relaciones desastrosas. Perdí la virginidad con Marta, llevábamos 1 año y 3 meses juntos y desde esa noche no volví a saber de ella. La verdad, no me importó que se vistiese, se marchase y se fuera porque mi comportamiento no fue el mejor. Cuando acabamos solo pude decirle: “pues no es para tanto esto del sexo”. Vi como su enfado aumentaba por momentos pero no pude evitarlo, mi filosofía de vida siempre había sido decir la verdad pese a todo.

Con Marta era feliz. Nunca pidió sexo así que yo tampoco lo hice. La verdad, yo podía vivir sin él. Pero Marta acabó por dejarme, por aquel entonces yo tenía 21 años. Marta se fue porque sabía, ambos sabíamos, que no la quería. Antes de irse me dijo: “Raúl, háztelo mirar pero sinceramente, creo que eres homosexual”. Yo me reí a carcajadas. ¿Cómo podía ser yo uno de esos que se acuestan con tíos? La cosa quedó ahí. Marta se cambió de ciudad, a veces nos escribimos y siempre me pregunta si ya he cambiado de acera. Creo que somos buenos amigos.

Con Esther duré muy poco, creo que 9 meses. Nuestra vida sexual era activa, a ella le encantaba follar, así lo llamaba ella. Siempre que teníamos oportunidad lo pedía y a mi no me importaba dárselo. Sin embargo, durante los meses que estuvimos juntos no disfruté del sexo ni una vez. Siempre me sentía incómodo, sucio, infeliz así que, para que no pasara lo mismo que con Rosa, tuve que cambiar mi filosofía de vida y empezar a mentir. A Esther siempre le decía que me encantaba que me hiciera el amor, que disfrutaba con su cuerpo. Mentira, siempre era mentira...


A Esther la dejé yo. Ya me había cansado de oír a mis amigos que el sexo era lo mejor que hay en la vida, que era una forma de huir de todo y de no sentir eso. Así que, creyendo que no disfrutaba por culpa de ella, decidí dejarla. Esther no se enfadó, estuvo de acuerdo. Parecía que nunca nos hubiésemos querido, por aquel entonces yo tenía 23 años. 

Hasta los 29 estuve solo, siempre por decisión propia hasta que conocí a Leti. Al principio, ella era diferente al resto, creo que llegué a amar a alguien por primera vez hasta que hicimos el amor. Fue una noche romántica a la luz de las velas y con música de Verdi pero otra vez no disfruté. Ella sí lo hizo porque lo sentí en sus manos apretándome sobre las mías. Por primera vez en años, sentí pena.

Decidí afrontar mi problema y hablarlo con Leti. Me entendió y decidimos darnos un tiempo. Según ella, si la echaba de menos significaría que la quería pero si no volvía a pensar en ella lo mejor sería dejarlo para siempre.

Al principio sí pensé en ella hasta el día de mi 30 cumpleaños. Mis amigos y yo salimos de fiesta. Creo que bebí demasiado porque casi no recuerdo nada de aquella noche. Solo sé que disfruté por primera vez en mi vida del sexo. Me desperté en casa con la sensación que siempre habían descrito mis amigos: “el sexo es lo mejor que hay en la vida”. Pero entonces intenté recordar el nombre de quien me acompañaba en la cama y no lo logré. ¿Carmen, María, Luz? No, decía mi cabeza. Hasta que, de repente, lo recordé, me había acostado con un amigo de mi mejor amigo. Se llamaba Marcos. Sentí asco de mi mismo. Tenía miedo a aceptar mi tendencia sexual.

Al principio no lo acepté. Estuve tres semanas evitando a Marcos. Mi cabeza repetía y repetía que yo no era uno de esos homosexuales. Me acordé de Marta y decidí llamarla. Tenía mucho miedo. Sin embargo, ella fue amable y me hizo ver que no era raro sentir placer con alguien del mismo sexo.

Esa misma noche quedé con Marcos. Cenando en su casa me di cuenta de que me había enamorado de él. Era mi media naranja. Esa noche me hizo el amor y por segunda vez en mi vida sentí placer, deseo y amor por alguien pero a la vez sentí pena por haber tardado 13 años a darme cuenta de lo que soy. 

Sarasvati

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