Leticia
ha sido la cuarta desde que empecé a salir con chicas. Otro desastre amoroso
más a mi vida. Me llamo Raúl y tengo 30
años. Desde los 17, como casi todos los chicos, empecé a salir con las chicas
de mi edad.
Rosa, Marta,
Esther y Leticia. Cuatro mujeres en 13 años. Cuatro relaciones desastrosas.
Perdí la virginidad con Marta, llevábamos 1 año y 3 meses juntos y desde esa
noche no volví a saber de ella. La verdad, no me importó que se vistiese, se
marchase y se fuera porque mi comportamiento no fue el mejor. Cuando acabamos solo
pude decirle: “pues no es para tanto esto del sexo”. Vi como su enfado
aumentaba por momentos pero no pude evitarlo, mi filosofía de vida siempre
había sido decir la verdad pese a todo.
Con
Marta era feliz. Nunca pidió sexo así que yo tampoco lo hice. La verdad, yo
podía vivir sin él. Pero Marta acabó por dejarme, por aquel entonces yo tenía
21 años. Marta se fue porque sabía, ambos sabíamos, que no la quería. Antes de
irse me dijo: “Raúl, háztelo mirar pero sinceramente, creo que eres homosexual”.
Yo me reí a carcajadas. ¿Cómo podía ser yo uno de esos que se acuestan con tíos?
La cosa quedó ahí. Marta se cambió de ciudad, a veces nos escribimos y siempre
me pregunta si ya he cambiado de acera. Creo que somos buenos amigos.
Con Esther
duré muy poco, creo que 9 meses. Nuestra vida sexual era activa, a ella le
encantaba follar, así lo llamaba ella. Siempre que teníamos oportunidad lo
pedía y a mi no me importaba dárselo. Sin embargo, durante los meses que estuvimos
juntos no disfruté del sexo ni una vez. Siempre me sentía incómodo, sucio,
infeliz así que, para que no pasara lo mismo que con Rosa, tuve que cambiar mi
filosofía de vida y empezar a mentir. A Esther siempre le decía que me
encantaba que me hiciera el amor, que disfrutaba con su cuerpo. Mentira,
siempre era mentira...
A Esther
la dejé yo. Ya me había cansado de oír a mis amigos que el sexo era lo mejor
que hay en la vida, que era una forma de huir de todo y de no sentir eso. Así
que, creyendo que no disfrutaba por culpa de ella, decidí dejarla. Esther no se
enfadó, estuvo de acuerdo. Parecía que nunca nos hubiésemos querido, por aquel entonces yo tenía 23
años.
Hasta
los 29 estuve solo, siempre por decisión propia hasta que conocí a Leti. Al
principio, ella era diferente al resto, creo que llegué a amar a alguien por
primera vez hasta que hicimos el amor. Fue una noche romántica a la luz de las
velas y con música de Verdi pero otra vez no disfruté. Ella sí lo hizo porque
lo sentí en sus manos apretándome sobre las mías. Por primera vez en años, sentí
pena.
Decidí
afrontar mi problema y hablarlo con Leti. Me entendió y decidimos darnos un
tiempo. Según ella, si
la echaba de menos significaría que la quería pero si no volvía a pensar en ella lo mejor sería dejarlo para siempre.
Al principio sí pensé en ella hasta
el día de mi 30 cumpleaños. Mis amigos y yo salimos de fiesta. Creo que bebí
demasiado porque casi no recuerdo nada de aquella noche. Solo sé que disfruté por
primera vez en mi vida del sexo. Me desperté en casa con la sensación que
siempre habían descrito mis amigos: “el sexo es lo mejor que hay en la vida”. Pero
entonces intenté recordar el nombre de quien me acompañaba en la cama y no lo
logré. ¿Carmen, María, Luz? No, decía mi cabeza. Hasta que, de repente, lo
recordé, me había acostado con un amigo de mi mejor amigo. Se llamaba Marcos.
Sentí asco de mi mismo. Tenía miedo a aceptar mi tendencia sexual.
Al principio no lo acepté. Estuve
tres semanas evitando a Marcos. Mi cabeza repetía y repetía que yo no era uno
de esos homosexuales. Me acordé de Marta y decidí llamarla. Tenía mucho miedo.
Sin embargo, ella fue amable y me hizo ver que no era raro sentir placer con
alguien del mismo sexo.
Esa misma noche quedé con Marcos.
Cenando en su casa me di cuenta de que me había enamorado de él. Era mi media
naranja. Esa noche me hizo el amor y por segunda vez en mi vida sentí placer, deseo y amor por alguien pero a la vez sentí pena por haber tardado
13 años a darme cuenta de lo que soy.
Sarasvati
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