miércoles, 9 de abril de 2014

Tres desconocidas en París

“Cloc, cloc, cloc”-pego tres taconazos y me siento en el taburete de la barra-un martini, por favor-le pido al camarero. El asiente y dice-Bienvenida a casa, señorita Blasco-yo le ofrezco una de mis clásicas medias sonrisas y me giro para ver el espectáculo del escenario que aprobamos en octubre. Acaba el show y Vega sale para agradecer los aplausos del público. Como siempre un éxito. Finalmente, baja donde la espera Blanca y ambas caminan entre las mesas hacia mí.

Recuerdo cuando nos conocimos frente a ese escaparate de Dior. Cada una esperaba llegar a ser una de esas elegantes mujeres que salían de la tienda con la ropa del los maniquís. Solo éramos tres jóvenes españolas en París en busca de un vida mejor que las que nos esperaba en casa. Nos fuimos conociendo y dejamos de ser solo Vega (la estudiante de música y danza), Blanca (la modista y decoradora) y Alma (la empresaria), para hablar de “nosotras”. Descubrimos que en esta ciudad de la luz también había sombras. Un día era un corazón roto por el vecino francés, otro un rechazo en la revista de moda Elle, otro una puñalada de una compañera que quería el mismo puesto... pero no importaba porque todas estábamos ahí. Nos poníamos monas y salíamos a los bares de la ciudad para recordarnos que siempre pisábamos fuerte después de las caídas y que juntas todavía mas.

Tuvimos una idea. Las tres pusimos nuestros ahorros y compramos un viejo local cerca del centro de la ciudad. Con el tiempo lo transformamos en “Le Minuit”, más que un cabaret. Se trataba de humor y elegancia, de clase y modernidad, para gente joven. Cada una se encargaba de su materia: Vega creó el show en el que al principio tuvimos que participar las tres, Blanca decoró el nuevo establecimiento además de vestirnos para el espectáculo y yo contraté a un camarero, traté con los proveedores y trabajé en la publicidad. Amigas y socias. Pronto ganamos dinero suficiente para contratar a más personal, más telas, más bebidas, más carteles y anuncios televisivos... Nos extendimos por el mundo. Por fin, las tres lucíamos trajes de Dior y Louis Vuitton. Mujeres poderosas. Yo me alejé en viajes de negocios asentándome en Nueva York mientras ellas hacían vida en París; como Blanca, que ya ha formado una familia con Jacques y sus dos gemelas. Yo solo las veía en vacaciones o reuniones generales, pero ahora es distinto. He vuelto para quedarme tras delegar el cargo de Nueva York a otro y dirigir la empresa desde su punto de origen. Quizás nuestra antigua vida de día y noche juntas ya no sea lo mismo.

Cuando llegan me dan un fuerte abrazo, me miran cálidamente y exclaman: ¡Alma, te prohibimos volver a estar tan lejos!-sus ojos no mienten, seguimos siendo “nosotras”. Supongo que la amistad puede soportar la distancia y el tiempo cuando se transforma en fraternidad.

Un día te encuentras con unas personas que aguantan tus cambios de humor, que son capaces de rebanar al que intente hacerte daño, que no se van cuando ya no les interesa y que no solo aprietan los dientes contigo en los momentos de dolor, sino que te ayudan a dejar de sentirlo. Y te aseguro que a partir de ese día, pase lo que pase, ya nunca volverás a estar solo.

Alicia Salazar

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