lunes, 14 de abril de 2014

Pacto con el ocaso

El aire del recuerdo inunda las palabras que mi mirada no consigue ni tan siquiera dibujar sobre el lienzo del pensamiento. Era un hombre bueno. Mis pies vagan en otro tiempo, escapándose de las manecillas de un reloj que siempre va demasiado deprisa. Miro mi sombra, perdida y desorientada sin su voz. Ahora, entre el aroma de los cipreses, la luz del horizonte ciega mi visión; sonrío, un poco.

Cuatro meses atrás su áspera mano asentaba mis miedos, sus calmados ojos cristalinos penetraban en mi joven corazón, y su arrugada voz abrió la celda de mi curiosidad.
Comenzó todo sin quererlo, una tarde cualquiera. Lo que empezó como un trabajo, se convirtió en la lección más importante de mi vida.

Hablaba despacio, a pesar de su edad no se precipitaba nunca, pisaba firme. Sobre un tablero de ajedrez pintaba las pupilas de mi asombro con la banda sonora de su vida. Cada amor, cada sueño, cada lágrima. Hablábamos del infinito, de los miedos.

¿Te da miedo la muerte? –Me preguntó un día. Callé, sorprendido por la pregunta– A mí sí. Que no te mientan con eso de que a los viejos no nos asusta, que ya hemos cumplido, que esperamos nuestro final. Falacias. −Interesado por su reflexión, mis ojos querían seguir devorando sus pensamientos− El mayor miedo es el olvido, mi vida quedará en nada. Puede que mis hijos, los que no sacan tiempo para cuidarme, me recuerden un tiempo. Puede que mis nietos se acuerden del viejo inválido al que visitaban cada dos semanas... ¿Pero qué hay de mi historia? –Por primera vez tras muchos años me temblaba la mirada, creí que iba a llorar. Quizás lo entendía− Mi nombre no importará, pero yo he sido el protagonista mis amaneceres, de mis pensamientos, de mis llantos. –Hizo una pausa más prolongada de lo habitual− Te propongo un trato chico, cuando esté atardeciendo, justo cuando el sol refleje tus ojos y no te permita avanzar, acuérdate de mí. Detente, y piensa cual será tu próximo paso. Será nuestro pacto con el ocaso. Nuestra forma de esquivar a la muerte, pues en tu mente estaré vivo, al menos unos años más.

Se fue, pero mi cabeza no puede sino plantearse cuál será mi próximo paso cuando vuelva a iniciar mi camino.


Drizzt Beleren

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