Era
martes. Creo que un 15 de abril. Marta y yo seguíamos juntos a pesar de todo. Nuestras
vidas habían cambiado mucho en los últimos años. Marta, mi amor desde los 15 años
había vencido a la leucemia y yo… ¿qué decir de mi?, había estado a su lado,
siempre, en las buenas y en las malas.
Estuvimos
cinco años en una habitación de un hospital. Cinco largos años que prometí que nunca volverían a repetirse. Por ello,
cuando Marta venció esa enfermedad que estuvo años intentando matarla lo
vendimos todo, dejamos nuestra ciudad y compramos un pequeño apartamento en la
playa.
A Marta
siempre le había gustado la playa y eso la hizo muy feliz. Todas las tardes,
hiciese frío, calor, lloviese o incluso nevase paseábamos por la orilla,
rozando el agua y sintiendo la libertad del mar. Se convirtió en una costumbre.
Siempre.
A la caída del sol Marta y yo estábamos descalzos en la playa. Alguna vez,
cuando el paisaje era merecedor de una fotografía de álbum de novios Marta me
besaba y me recordaba lo feliz que era por haber vencido la enfermedad.
Pero un
día, dos meses después de haber cumplido 76 años empecé a sentirme mal. No
quise preocupar a Marta así que la dejé en casa y fui al médico. Fui porque ya sabía que me pasaba
algo y así fue. El cáncer estaba venciéndome, matándome desde dentro.
Los doctores me dijeron que ya era
tarde para luchar. Dos o tres meses decían. Mi vida se vino abajo. Le había
prometido a Marta que nunca más le haría pasar por más noches encerrada en un
hospital, que nunca volveríamos a sufrir de esta manera…
Decidí llamar a nuestra hija. Mantener
en secreto mi enfermedad y pasar mis últimos días con Marta. Después ella se
iría a vivir con Rosa. Los días fueron pasando y me mantuve fuerte. Seguíamos
yendo todas las tardes a ver la puesta de sol a la playa.
Cada día me encontraba peor. Sentía
que mi último aliento llegaba. El final de mi vida se precipitaba sobre
nosotros.
Era martes. Creo que un 15 de abril.
Marta y yo fuimos a la playa, juntos, como todas las tardes. Decidí que lo
mejor sería sentarnos para ver como se ponía el sol. Sabía que esa iba a ser
nuestra última tarde juntos. Mi cuerpo no podía más.
Con el último rayo de sol mi vida se
apagó, en el mar, junto a la playa, con Marta.
Sarasvati
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