miércoles, 2 de abril de 2014

En busca de la música

La, sol, la... do, re, mi, fa, sol, la, si, do'...Atascada. Hoy las teclas del piano no me dicen nada. Mi, mi, mi, mi... Nada. No hablan. Me levanto y pongo en el portátil mi última canción, esa que tanto gustó en la discográfica pero que sola no fue suficiente. Querían más de algo que no controlo. Me dieron tantas directrices sobre lo que quieren que me siento atada. No sé cómo hacer justo lo que me piden. Tengo miedo al fracaso, pero es algo inevitable. Soy una joven cantautora con una reciente separación tras una relación de dos años y un bloqueo profesional ante la oportunidad más importante de mi vida. Bonito cuadro ¿verdad? ¡Piii! El móvil vibra de nuevo dos veces. La primera perdida es de mi ex, la segunda de mi manager y la tercera de mi madre ¡Tengo que salir de aquí!

Cojo dinero, meto algo de ropa en la bolsa y bajo al garaje a por el coche. Una vez arranco ya no hay marcha atrás. Necesito mi música y voy a buscarla. Salgo de Barcelona y me pongo rumbo a Vinaroz. El viento corre, el sol brilla y huele a primavera. Aparco y voy a casa de mis abuelos-¡Qué sorpresa!-exclaman con su acento valenciano. Comer y charlar con ellos me devuelve la vida. Entro en mi cuarto y encuentro mi antigua guitarra. No dudo en llevármela. Luego, paso por la peluquería de mi amiga Rocío, la Cordobesa-¡Ay, niña de mi arma!-se vuelve loca al verme-¡Acaba de entrar una artista!-insiste en cambiarme el look y yo me dejo. Debo salir renovada de este viaje. Rocío corta mi larga melena rubia y me deja un bonito corte de pelo sobre los hombros.

Salgo espléndida con mi guitarra en busca de la música y ya sé donde hallarla. Justo encima de la playa de rocas, me siento en un banco. Me pierdo en la línea del horizonte donde se funde el mar y el cielo, y con el sonido de las olas... lo oigo. Mis manos comienzan a moverse y, por fin, las cuerdas de la guitarra rompen su voto de silencio y me hablan. El sonido me gusta, tiene ritmo. Soy yo.

A pesar de no haberlo acabado, tengo lo que busco y lo perfeccionaré en Barcelona así que monto en el coche para volver. A la salida del pueblo, veo a un chico joven haciendo autoestop y paro-¿vas a Barcelona?-me pregunta. Sube, y tras media hora de viaje con él, recuerdo una de las frases de mi abuelo-“Las mejores conversaciones son las de unos desconocidos a la vuelta de un viaje”-no se equivocaba. El estudiante de psicología me da una reflexionada conversación que nunca olvidaré.

Una semana después, presento mi nuevo trabajo en la discográfica y tengo los nervios a flor de piel.
-Esto no es lo que te pedimos-me dice el jefe.
-Lo sé pero es lo que yo puedo ofreceros ¿Te gusta?
-María-le dice a su secretaria-vaya trayendo el champán, tenemos contrato.
Vuelvo a casa eufórica mientras los llamo a todos: a mis padres, a los abuelos, a Rocío... Y al llegar encuentro al psicólogo sentado en mi portal con un ramo de rosas y su gran sonrisa.

A veces un viaje puede llevarte al mismo sitio del que viniste pero nunca te dejará igual. Puede que algún día un viaje te cambie la vida. No tengas miedo. Pienso en mi vida y me doy cuenta de que tengo una canción para cada uno de mis recuerdos. He decidido que voy a clasificar este viaje con mi última canción: “En busca de la música”.

Alicia Salazar

1 comentario:

Anónimo dijo...

He viajado sentado junto a ti en el asiento trasero del coche muy bueno