La, sol, la... do, re,
mi, fa, sol, la, si, do'...Atascada. Hoy las teclas del piano no me
dicen nada. Mi, mi, mi, mi... Nada. No hablan. Me levanto y pongo en
el portátil mi última canción, esa que tanto gustó en la
discográfica pero que sola no fue suficiente. Querían más de algo
que no controlo. Me dieron tantas directrices sobre lo que quieren
que me siento atada. No sé cómo hacer justo lo que me piden. Tengo
miedo al fracaso, pero es algo inevitable. Soy una joven cantautora
con una reciente separación tras una relación de dos años y un
bloqueo profesional ante la oportunidad más importante de mi vida.
Bonito cuadro ¿verdad? ¡Piii! El móvil vibra de nuevo dos veces.
La primera perdida es de mi ex, la segunda de mi manager y la tercera
de mi madre ¡Tengo que salir de aquí!
Cojo dinero, meto algo de
ropa en la bolsa y bajo al garaje a por el coche. Una vez arranco ya
no hay marcha atrás. Necesito mi música y voy a buscarla. Salgo de
Barcelona y me pongo rumbo a Vinaroz. El viento corre, el sol brilla
y huele a primavera. Aparco y voy a casa de mis abuelos-¡Qué
sorpresa!-exclaman con su acento valenciano. Comer y charlar con
ellos me devuelve la vida. Entro en mi cuarto y encuentro mi antigua
guitarra. No dudo en llevármela. Luego, paso por la peluquería de
mi amiga Rocío, la Cordobesa-¡Ay, niña de mi arma!-se vuelve loca
al verme-¡Acaba de entrar una artista!-insiste en cambiarme
el look y yo me dejo. Debo salir renovada de este viaje. Rocío corta
mi larga melena rubia y me deja un bonito corte de pelo sobre los
hombros.
Salgo espléndida con mi
guitarra en busca de la música y ya sé donde hallarla. Justo encima
de la playa de rocas, me siento en un banco. Me pierdo en la línea
del horizonte donde se funde el mar y el cielo, y con el sonido de
las olas... lo oigo. Mis manos comienzan a moverse y, por fin, las
cuerdas de la guitarra rompen su voto de silencio y me hablan. El
sonido me gusta, tiene ritmo. Soy yo.
A pesar de no haberlo
acabado, tengo lo que busco y lo perfeccionaré en Barcelona así que
monto en el coche para volver. A la salida del pueblo, veo a un chico
joven haciendo autoestop y paro-¿vas a Barcelona?-me pregunta. Sube,
y tras media hora de viaje con él, recuerdo una de las frases de mi
abuelo-“Las mejores conversaciones son las de unos desconocidos a
la vuelta de un viaje”-no se equivocaba. El estudiante de
psicología me da una reflexionada conversación que nunca olvidaré.
Una semana después,
presento mi nuevo trabajo en la discográfica y tengo los nervios a
flor de piel.
-Esto no es lo que te
pedimos-me dice el jefe.
-Lo sé pero es lo que yo
puedo ofreceros ¿Te gusta?
-María-le dice a su
secretaria-vaya trayendo el champán, tenemos contrato.
Vuelvo a casa eufórica
mientras los llamo a todos: a mis padres, a los abuelos, a Rocío...
Y al llegar encuentro al psicólogo sentado en mi portal con un ramo de rosas y su gran sonrisa.
A veces un viaje puede
llevarte al mismo sitio del que viniste pero nunca te dejará igual.
Puede que algún día un viaje te cambie la vida. No tengas miedo.
Pienso en mi vida y me doy cuenta de que tengo una canción para cada
uno de mis recuerdos. He decidido que voy a clasificar este viaje con
mi última canción: “En busca de la música”.
Alicia Salazar
1 comentario:
He viajado sentado junto a ti en el asiento trasero del coche muy bueno
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