Desde niño siempre me encantó salir,
conocer ciudades y culturas. Sin embargo, mis padres preferían aprovechar y
compartir su mes de vacaciones entre la playa, todos los años la misma, y el
pueblo. Aunque no acababa de convencerme siempre hacer esos planes acabé
acostumbrándome y durante mi infancia no tuve tiempo de “ver Mundo”. A veces
pienso que viajar es mi mayor pasión porque de pequeño no lo hice. Sé con
certeza que otros, aquellos que de pequeños eran arrastrados por sus padres a
varias ciudades, monumentos y paisajes, han acabado odiando viajar. Ojalá yo
pudiese verme en esa situación.
Conforme fui haciéndome mayor decidí
ahorrar para que, cuando tuviese el dinero necesario, poder conocer al menos un
país diferente al mío. Como destino elegí Japón. ¿Por qué? No lo sé, supongo
que la razón principal es porque es una cultura totalmente diferente a la
nuestra y algo así quería ver la primera vez que sacaba los pies de España.
Sin embargo, a dos meses de cumplir
los 20 años, me detectaron una enfermedad rarísima, de la que solo había una
veintena de casos en el Mundo. Obligado por los médicos a guardar cama, mi
sueño de viajar se perdió entre resignaciones.
Mi enfermedad no me permitía
prácticamente salir de la cama. Estaba todo el día pegado a un gotero y rodeado
de familiares preocupados por mi salud. Mi objetivo en la vida, mi sueño, parecía
que estaba obligado a desaparecer hasta que conocí a Claudia.
Ahora mismo no recuerdo como la
conocí. Solo sé que en 2 días ya estaba enamorado de ella. Claudia era
enfermera en el hospital donde acudía a hacerme las revisiones y no sé si por
pena o porque le gusté, acabó viniendo a casa todos los días.
Creo que ella también acabó por
enamorarse. Pasábamos las tardes “viajando”. Así lo llamaba ella. La primera
vez que Claudia me propuso hacerlo pensé que estaba loca pero a través de ella he
visto medio mundo.
La primera vez me preguntó: ¿Dónde te
gustaría ir? Yo, sin pensarlo dos veces, le dije:”Japón”. A continuación me
obligó a cerrar los ojos y ayudada por música oriental comenzó a narrar y
describir todos aquellos recuerdos que tenía ella de cuando estuvo allí.
Dos o tres horas pasaron. Unos
cuantos minutos que me hicieron ver Japón, imaginar esa cultura tan diferente a
la nuestra y creo que incluso palpar monumentos y parques. Por una vez desde hacía meses, Claudia
consiguió hacerme sentir especial.
Ahora, meses después de que los
médicos diagnosticaran mi enfermedad y de vez en cuando, siempre que ella me ve
triste y nostálgico me deja elegir un país y “viajamos” juntos. Me encanta. Por
ahora y siempre y cuando no consiga curarme esto es lo mejor que tengo. Por eso
puedo decir que:
Creo que por eso la amo.
Sarasvati
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