Sé que me esperas en casa, y eso es
precisamente lo que me guía en dirección contraria. Borracha, tropiezo. Me cuesta
levantarme y me da por reír. El puente se me hace largo cuando decido enfocar
mis pasos. Veo una pareja, él lleva un abrigo negro. Ella, ni idea. Están
buceando en un beso de madrugada. Son ellos, pero os veo a vosotros y estoy a
punto de dar media vuelta una vez más.
Quisiera huir, correr y no volver
nunca más, pero los niños están en la cama y alguien tendrá que explicárselo.
Desde luego, ese no vas a ser tú. Por eso sigo cruzando el puente. Las luces
son las mismas que cuando nos conocimos; las sombras, distintas.
Busco en el bolso, encuentro unas
llaves. Ya no sé ni qué abren. Ah, sí. Abren el portal.
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