lunes, 17 de noviembre de 2014

Lágrimas

¿A dónde fuiste, pequeño? ¿Dónde podré buscar ahora tus pasos lentos, tu suave mirar? ¿Por qué ha de ver una madre como su propio hijo se marcha entre sus brazos? ¡Dame una señal en este instante de desesperación que ilumine mi amargo mirar! Pues en esta noche todas las estrellas huyeron buscando una compañía mejor. Nadie te busca ya, ninguna persona te dañará, ahora estás entre mis brazos; como antes. Tu respiración es invisible a nuestros corazones, tus pulsaciones guardan silencio, pero en ti tienes la mecha que nunca más brillará en mi mirada.

»Para el resto de la humanidad eras un monstruo, una bestia de sangre gélida y cortante aliento; la pesadilla que se alimenta de los sueños. Pero para mí siempre serás mi niño. En tu difunto rostro veo tu feliz infancia, tus ensoñaciones que convertías en realidad. Te vas callado, como volviste aquel día, con la mirada perdida que mi llanto no consiguió ver.

»Desde entonces fuiste alguien diferente, alguien que nunca más reconocí. Me creí cada una de tus excusas, dije que sí a tus alocados planes; tan solo quería recuperar al chico que había dentro de ti. Pero la luna menguó y jamás volvió a crecer. Duerme, que nadie más te va a despertar en esta pesadilla.

»“La justicia actuó prudentemente”. “La sociedad no podía convivir con un individuo así”. “La reinserción estaba completamente descartada.” ¡Pero cuantos titulares tuve que soportar! ¿Por qué tienen el hombre que jugar a ser Dios? Yace ahora todo el peso de la ley en tu sangre, los portavoces de la justicia divina dictaminaron tu destino y te otorgaron a los brazos del ángel caído. ¿Pero qué fue lo que provocó tus delirios de grandeza que hoy provocan tu muerte?

Fue entonces cuando, entre los golpes que el amor robado provocó, pudo ver en su piel, oculto por su cabello, un tatuaje que nunca antes observó en él. Sus iniciales eran claras, y desvelaba todo el misterio que había creado las locuras en la mente de su hijo. Las piezas del rompecabezas encajaron, de pronto, como por arte de magia. Y preguntándose cuan ciega había estado durante todos estos años salió corriendo para gritar al mundo la atrocidad que había cometido arrebatándole la vida a su primogénito.

Sin embargo, el sonido de una bala silbó todo su trayecto para introducirse sin dificultades en el cráneo de aquella mujer. Su última visión fue la figura del coronel con el olor a pólvora en la mirada y el instinto de asesino en la mano derecha. Pese a todo, su último pensamiento no le fue dedicado, sino que consiguió percatarse que moriría junto a su hijo.


Drizzt Beleren

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