Jack lanzó la bola con su palo de golf tan alto que, por un momento, tapó el sol justo
antes de caer. Pero no importaba, en nuestro mundo no solía brillar
demasiado el sol. Supongo que los cínicos que me rodeaban no
necesitaban explicaciones de lo que pasaba en ese momento, lo que
pasó o lo que podía pasar. Era mejor mantenerlo así, en secreto.
Sshhhh. Había miradas que decían más que las palabras y palabras
que no decían todo lo que debían decir. Ese era el juego, un
juego con demasiadas reglas, y si alguien se saltaba una por pequeña
que fuera... perdía.
-Tu turno, Tracy-me dijo
mi jefe satisfecho por su impresionante lanzamiento.
Sus ojos me retaban a
superarle pero, por supuesto, no solo en el golf. Riqueza. Eso era lo
único que veía él y el resto de los escogidos para asistir a la
reunión de aquel fin de semana. Sabía que en esos dos días de
negocios, el futuro de todos estaba en juego sobre la mesa de aquella
casa de campo de la empresa, y junto a él mucho, mucho, mucho
dinero. La avaricia no tiene límites. Por supuesto que deseaba un
gajo del tesoro pero yo quería más que eso. Reconocimiento. Se me
había negado ir más allá en proyectos tecnológicos que se suponía
que yo dirigía y que finalmente nunca era así. Estaba harta de ser
un títere. Todos teníamos mucho que ganar y demasiado que perder.
De repente llegó un
helicóptero cerca de donde nos hallábamos. Harry Berwster, el
hermano pequeño de Jack, socio mayoritario y director administrativo
principal. Atractivo, rico, educado, correcto e impresioantemente
inteligente. Puede que el mundo de la tecnología aeroespacial no
fuera lo suyo y se lo dejara a su hermano, pero él era el mejor
estratega empresarial. Siempre lo admiré. En una ocasión, incluso,
llegó a escuchar mi propuesta y a apoyarla, sin embargo, no estaba
solo en su mano que se llevara a cabo y mi proyecto quedó en el
olvido. Alguien saldría herido al acabar el domingo y si había una
guerra entre los dos hermanos, yo estaría en su bando.
Tras su perfecta entrada,
todos fuimos a prepararnos para la elegante cena. Al llegar al gran
salón, cada uno de los invitados, nos sentamos en nuestro sitio
indicado por una nota con nuestro nombre sobre los platos. Finalmente
ambos hermanos aparecieron a tiempo para el primer plato. Durante la
cena todos hablamos de los beneficios hasta ahora alcanzados y de los
que podríamos conseguir. Jack quería firmar un acuerdo para
adquirir los mismos materiales con los que estábamos trabajando
pero por la mitad del precio por el que pagábamos. Harry y yo
cruzamos una mirada y supe que él también dudaba de la calidad de
dichos recursos, los que su hermano aseguraba que eran exactamente
igual. Harry propuso comprar el nuevo material que se estaba probando
y obteniendo resultados increíblemente buenos y que nos permitiría
mejorar nuestros producto, el cual yo le había mencionado meses
atrás. Él y yo proponíamos lo mismo. Innovación. Entonces supe
por qué y por quién estaba allí. Jack no estaba dispuesto a pagar
un poco más por un material del que no se aseguraba que diera sus
frutos. Después del debate entre todos y la fuerte discusión de los
dos jefes, nos retiramos a nuestras habitaciones.
Antes de llegar a la mía
escuché a Jason, el perrito faldero de Jack, hablando por teléfono
sobre unos nuevos movimientos de su amo que acabarían con su
hermano. No alcancé a escuchar de qué se trataban. Intenté hablar
con Harry pero no lo encontré en su cuarto así que le pasé por debajo de su puerta la
nota con mi nombre de la cena en la que le escribí el aviso. Al día siguiente, domingo, me dormí.
Cuando llegué ya había pasado todo. Jack no solo trataba de hacer
negocios por materiales defectuosos más baratos sino que intentó
arrebatarle su parte de la empresa a Harry, pero este, enterado de
la traición y los planes de su hermano, sacó a la luz sus trapicheos y le obligó
a darle toda la empresa si no quería rendir cuentas con la justicia
por acciones similares del pasado que no contaron con su
consentimiento y de las que no tuvo conocimiento hasta entonces.
Al llegar al avión
privado, Harry Brewster me dio la mano para ayudarme a subir la
escalera, me guiñó un ojo y pasó mi misma nota doblada a mi mano.
Me senté en mi asiento y leí el otro lado del papel: “La verdad
siempre sale a la luz. Gracias por mostrármela”.
Alicia Salazar
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