jueves, 27 de noviembre de 2014

Mentiras mojadas

Los trozos de papel vuelan sobre la brisa marina de Málaga desde mi balcón hasta el mar. Lo cierto es que me siento mejor habiendo hecho pedazos todas y cada una de tus mentiras. Mentiras rotas e incompletas que ahora, gracias a Dios, se las lleva el viento lejos de mí: “Siento lo que pasó Lucí-”;“-ambién fue complicado para mí”; “-ensé que ella me entendía mejor que nad-”; “no hagas caso de los rumor-”; “-pre estuviste a mi lado y no lo he olvi-”, “me equivoqué”; “tú eres la única, no debí marcharme nunc-”... y algún trocito más de papel y engaños que ya no tienen efecto en mí y, como tú, ya no tienen ningún sentido en mi vida. No solo no tendrás respuesta mía sino que dudo que vuelvas a verme. Solo espero que cojas la indirecta y desaparezcas para siempre.

Por fin, me decido. Cojo esa caja infernal que me tortura y me la llevo a la playa. Un guitarrista toca unas notas flamencas en el paseo marítimo y le echo unas monedas. Él me lo agradece con unos piropos, una sonrisa desdentada y una bonita canción. Si hubiera sabido antes que con diez céntimos se obtiene más atención que en cuatro meses de relación y sin daños colaterales, hubiera pasado antes por aquí y más que diez céntimos le hubiera echado veinte euros; a saber lo que me diría ya con veinte euros el pobre señor de la guitarra. Solo hubieran habido piropos, nada de infidelidades con niñatas ni llantos sobre la almohada de los que te aseguro que nunca sabrás nada.

Llego descalza hasta la orilla y disfruto del agua refrescante en mis pies. Es como si al venir la ola recogiera todos mis males y se los llevara al irse. Nada como volver a tu tierra para volver a empezar de cero. Abro la caja de mis pesadillas y vuelvo a revivir todos nuestros momentos con cada imagen. Supongo que una vez puesto el punto y final no es muy recomendable tener cerca ninguna foto en la que tú salgas guapo y yo esté riendo de felicidad. Ocasión en la que creía que era afortunada a tu lado mientras vivía en un mundo irreal. Las tiro todas al agua y en ese momento no me importa la contaminación del agua, ni el hábitat de los animales marinos ni que un policía me vea y me ponga una multa. Aquellos recuerdos sin un ápice de sinceridad ya están mojados, borrados, desterrados y alejados por el vaivén de las olas. Respiro profundamente mientras observo la luna y juro que me siento más fuerte, más viva, inmune a al dolor y a ti.


Al día siguiente vuelvo con ellas a la playa por la noche: Tres chicas echadas en la arena. Una noche estrellada. Una estrella fugaz. Tres deseos. Una urgencia. Las tres cerramos rápidamente los ojos para pedirlo en un efímero segundo y luego los vamos abriendo poco a poco. Se abren para añadir al firmamento seis luceros más. Dos azules, dos verdes y dos marrones. Las tres amigas nos miramos y solo con eso ya sabemos que hemos pedido lo mismo. Un nuevo día, un nuevo comienzo. A veces, a falta de un alma gemela, la vida nos envía dos para que nos guíen en el camino y nos recojan cuando tropecemos. Quizás la noche se había cernido sobre Málaga y sobre mi vida, pero lo bueno que tiene es que sabemos que tarde o temprano se hará de día.

Alicia Salazar



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