Los trozos de papel
vuelan sobre la brisa marina de Málaga desde mi balcón hasta el mar. Lo cierto
es que me siento mejor habiendo hecho pedazos todas y cada una de tus
mentiras. Mentiras rotas e incompletas que ahora, gracias a Dios, se
las lleva el viento lejos de mí: “Siento lo que pasó
Lucí-”;“-ambién fue complicado para mí”; “-ensé que ella
me entendía mejor que nad-”; “no hagas caso de los rumor-”;
“-pre estuviste a mi lado y no lo he olvi-”, “me equivoqué”;
“tú eres la única, no debí marcharme nunc-”... y algún
trocito más de papel y engaños que ya no tienen efecto en mí y,
como tú, ya no tienen ningún sentido en mi vida. No solo no tendrás
respuesta mía sino que dudo que vuelvas a verme. Solo espero que
cojas la indirecta y desaparezcas para siempre.
Por fin, me decido. Cojo esa caja infernal
que me tortura y me la llevo a la playa. Un guitarrista toca unas
notas flamencas en el paseo marítimo y le echo unas monedas. Él me
lo agradece con unos piropos, una sonrisa desdentada y una bonita
canción. Si hubiera sabido antes que con diez céntimos se obtiene
más atención que en cuatro meses de relación y sin daños
colaterales, hubiera pasado antes por aquí y más que diez céntimos
le hubiera echado veinte euros; a saber lo que me diría ya con
veinte euros el pobre señor de la guitarra. Solo hubieran habido
piropos, nada de infidelidades con niñatas ni llantos sobre la
almohada de los que te aseguro que nunca sabrás nada.
Llego descalza hasta la
orilla y disfruto del agua refrescante en mis pies. Es como si al
venir la ola recogiera todos mis males y se los llevara al irse. Nada
como volver a tu tierra para volver a empezar de cero. Abro la caja
de mis pesadillas y vuelvo a revivir todos nuestros momentos con cada
imagen. Supongo que una vez puesto el punto y final no es muy
recomendable tener cerca ninguna foto en la que tú salgas guapo y yo
esté riendo de felicidad. Ocasión en la que creía que era
afortunada a tu lado mientras vivía en un mundo irreal. Las tiro
todas al agua y en ese momento no me importa la contaminación del
agua, ni el hábitat de los animales marinos ni que un policía me
vea y me ponga una multa. Aquellos recuerdos sin un ápice de
sinceridad ya están mojados, borrados, desterrados y alejados por el
vaivén de las olas. Respiro profundamente mientras observo la luna y
juro que me siento más fuerte, más viva, inmune a al dolor y a ti.
Al día siguiente vuelvo
con ellas a la playa por la noche: Tres chicas echadas en la arena.
Una noche estrellada. Una estrella fugaz. Tres deseos. Una urgencia.
Las tres cerramos rápidamente los ojos para pedirlo en un efímero
segundo y luego los vamos abriendo poco a poco. Se abren para añadir
al firmamento seis luceros más. Dos azules, dos verdes y dos marrones.
Las tres amigas nos miramos y solo con eso ya sabemos que hemos
pedido lo mismo. Un nuevo día, un nuevo comienzo. A veces, a falta
de un alma gemela, la vida nos envía dos para que nos guíen en el
camino y nos recojan cuando tropecemos. Quizás la noche se había
cernido sobre Málaga y sobre mi vida, pero lo bueno que tiene es que
sabemos que tarde o temprano se hará de día.
Alicia Salazar
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