Tu mirada
flotó en el aire, se cruzó con mi corazón y me inyectó una mezcla de melancolía
de sobras conocida y de desprecio que hasta ese día solo había visto proyectada
en otros. Nunca me habías mirado así. Ni tratado así. ¿Nunca? Quizá sí pero no
con tanta intensidad... Y yo ya no sabía dónde meterme para esquivar tus
puñaladas entonadas entre sonrisas cómplices y caricias cálidas, demasiado
cálidas para lo fría que era tu mente.
Me decías
que era sinceridad pero yo veía mas bien rabia contenida... Y así, así, tras
demasiados viajes con desesperanzas y promesas rotas... Llegó el día en el que
vislumbré la decepción en tu sonrisa. Y ahí, ahí me rompí por dentro.
Tú
entendiste que todo esto era falso, paredes de papel en un universo de aire
(elemental mi querido Watson...) y tu reproche. No había mas que menosprecios,
desprecios y pocos aprecios. Volaron los manteles y el domingo se hizo una
tortura, atada a unas manías que me impedían decirte que no, que no era así,
que yo antes era otra persona, antes de ti y contigo. Pero no, no podía
encontrar entre mis herramientas mentales algo que me sacara de ese ciírculo. Y
tú... Tú desencantado con mi forma de sentirte y hacerte sentir, seguiste allí,
pero dándome la mano mas flojito. Intentando sacarme de allí a tu manera, tan
destructiva que acabó ayudándome a soltarme en vez de agarrarte mas fuerte.
Y así,
cuando se descubrió mi verdadero ser... Tú entendiste que yo no podía existir a tu
lado, que el barco se estaba hundiendo y como dos buenos náufragos no íbamos a
ir nadando juntos, sino muy separados, para no volver a rozarnos, para que las
heridas se curasen con el tiempo y con la sal del agua... Sin el otro. Con
únicamente la decepción de meses perdidos y besos mal correspondidos.
Neko
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