domingo, 2 de noviembre de 2014

Clases de Baile

Dos pasos hacia delante y uno a la derecha. Giro, atrás y vuelta a empezar. En sus ojos, el reflejo de sus miedos, ya viejos, sigue brillando como el primer día. Juntos, a lo largo del camino, supieron calmarlos. Dos pasos atrás, giro a la izquierda; la música no para de sonar.

Las faldas de su vestido azulado seguían volando al son del compás, como el primer día. Sus tacones, ahora más pequeños, marcan el ritmo que a él siempre le faltó, haciéndole latir el corazón. Se separan, le vuelve a abrazar como si hubiese pasado una eternidad; esta vez, un poco más fuerte. Sonríe mostrando su alma oxidada, llega la parte difícil.

Recuerda como, esclavo de sus andares, la buscó por las calles y, tras ella, entró en aquel bar. La música se adueñaba del aroma, las constelaciones se postraban ante su contoneo y él; él tan solo pudo dejarse enamorar con cada segundo que moría. Pocos son los que caben en toda una vida. Giro doble, paso atrás y sus brazos subiéndola hasta los cielos.

La rutina se convirtió en afición, y la afición en temblorosos pasos que nunca habían tenido claro su destino. Pero las hojas de los árboles cayeron llevándose consigo los fríos copos del invierno hasta hacer morir a la primavera. Acariciándose sus madrugadas continuaban con el vals de la vida, enseñándose el uno al otro. Barrieron juntos los sueños rotos, y edificaron sus castillos de besos y locuras. Ella aprieta su mano, quiere volver a empezar, desea que nunca pare la música.

Surcó el tiempo las arrugas de sus experiencias, esquivaron el dolor bailando entre las penas y el pesar del futuro. Breve, como este vals, se les escaparon los días de sus manos; pero el amor siempre perduró, siendo la melodía que unía sus sonrisas. El dolor de pies no sirve, y él vuelve a empezar.

Pocas notas le quedan ya a esta canción, que es en su recta final cuando más se disfruta. Por eso, ahora es cuando más fuerte se abrazan ellos dos. Atrás quedaron pasos equivocados, horas girando el uno sobre el otro, estrellas contadas desde su cama. Él cree que siempre fueron felices, y ella lo sabe. Dos pasos a la derecha, media vuelta y un beso inesperado.

Bailando esquivaron la soledad y la muerte les espera dirigiendo la orquesta.



Drizzt Beleren



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