¿No
lo oyes? Es el susurro de las estrellas que, en esta noche sin luna,
nos alertan de la miseria que porta el aire. Los ángeles duermen
ajenos a nuestros pasos, la lluvia golpea las horas sin lamento
alguno y tu mirada es mi única guía en este caos. La tormenta de
los sueños arrecia, convirtiendo la brisa de la mañana en huracanes
sin vida. Sin embargo, esta psicótica calma abunda en nuestros
corazones. ¿Somos los hijos malditos de un destino errante?
El
sol no buscaba alumbrarnos sino agrandar nuestras sombras, el tiempo
quiso arrugar nuestras almas entre la arena que cubre nuestros pies y
la noche tan solo trataba de alimentar nuestras más profundas
pesadillas. No fuimos más que espinas de la rosa que nunca vimos
germinar, fotos perdidas en el desván de las lágrimas, te quieros
olvidados en un saco de rutina.
¿Se
olvidó nuestro lucero de iluminarnos el camino? ¿Abandonó la
suerte sus fuerzas para continuar? ¿Se perdió entre la maleza la
felicidad que nos era debida? Despojados del significado de nuestros
días hemos vagado juntos rebuscando las huellas de su aroma.
Viajamos siguiendo el trayecto equivocado. ¡Y cuántas fueron las
ocasiones que nos abrazamos ante el miedo a la soledad!
No
albergamos abrigo bajo el firmamento, no hallamos calidez entre el
mar que inunda nuestro cielo. La vida nos decepcionó, pero
conseguimos obtener aquello que nunca nos pudieron arrebatar: El
amor.
Drizzt
Beleren
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