Se
esconde el sol ante el bombardeo que los gritos de auxilio del aire
trajeron hasta aquí. Una nueva noche sin dormir. Las luces de la
civilización entre la humareda que sobrevuela nuestras miradas,
enseña caprichosa lecciones de libertad. En el cráter de nuestros
sueños enterramos nuestra ilusión y vemos como poco a poco, nuestro
futuro se marchita.
Indefensos,
sin una luz que ciegue sus miradas, sin un techo bajo el que podamos
descansar, sin la certeza de si veremos amanecer. Nuestro hogar
invadido en nombre de su Dios. El pueblo elegido continúa asesinando
a nuestros hijos, saqueando nuestras fronteras, excomulgando nuestras
vidas. Somos la esperanza de nuestros antepasados. El nuevo orden nos
señala y nos destruye. La alianza todo-poderosa desea aniquilar
nuestra rutina, convirtiéndola en un infierno. Y rezo a la mañana
para que calme el llanto de mis hijos.
Rodeo
mi faz de un halo de sombras, que portan la última confianza de mi
familia. Las raíces de mi hogar me darán fuerzas para enfrentarme
contra la estrella de seis puntas que aniquila a nuestras familias.
Poco podrán hacer mis piedras contra sus pistolas, de nada servirán
mis cohetes contra sus misiles; pero esta tierra está cansada de
llorar. Estamos hartas las personas que habitamos estos ríos y
montañas de vender tan barato nuestro orgullo.
Me
despido de mis hijos, de la mirada inundada en sollozos de mi mujer.
Marcho para no volver. Para intentar liberar la opresión de nuestro
hogar ante los ciegos ojos del mundo. Para morir sabiendo que caí
firme ante el sino de nuestras vidas.
Drizzt
Beleren
No hay comentarios:
Publicar un comentario