domingo, 5 de octubre de 2014

Cierto día

Un periódico nacional hizo eco de lo que la multitud ya había propagado por medio de rumores. Las redes sociales fueron como el patio interior en un bloque de vecinos cotillas, dando una manera fácil y sencilla de elucubrar extrañas teorías. Se habló de un ataque terrorista, de un simulacro, de un extraño movimiento del gobierno... Ante la falta de información concreta este diario decidió darle un aire formal a éstos de la manera más oficial que pudieron. El titular rezaba así "Una multitud entra a la fuerza en el Palacio Real". Serio y sobrio. Si leías la noticia extendía la información como quien diluye algo en agua. Un par de localizaciones y horas y alguna reacción del político de turno. Nadie sabía muy bien que había pasado, ni el motivo de esa irrupción, pero todo el mundo estaba al tanto de lo que iba a ocurrir. Era inexplicable que algo así ocurriera en un lugar tan vigilado y protegido.
No se hicieron esperar mucho el comunicado oficial por parte del gobierno. Cuando el tiempo apremió de manera que no pudieron esperar más información sin que la inquietud general fuera demasiado intensa se decidieron a hacerlo. Fue un comunicado escueto, intentando no decir nada que luego se descubriera como un error. Decía que estaban trabajando para esclarecer y solucionar el tema y que no iba a quedar impune tal ataque a la democracia española. Seguridad y confianza. Era curioso ver como llamaban a un antiguo patriotismo suavizándolo con palabras como "democracia" o "pueblo". Y todos contentos. Muchos hasta se olvidaron de que era lo mismo que no decir nada.
El oportunismo llenó las televisiones, que emitían sin parar imágenes desde helicóptero del Palacio Real. Cantidades ingentes de coches oficiales, militares y policiales iban y venían, creando un perímetro de seguridad exagerado e improvisado. Multitudes se arremolinaban alrededor, mientras las autoridades se esforzaban en hacer retroceder su curiosidad, sin mucho efecto. Cada rumor se hablaba y se comentaba y había todo tipo de opiniones y reacciones. Había verdaderos debates televisivos sobre posibilidades realmente rebuscadas. Lo cierto es que nadie sabía nada y nadie se atrevía a hacer nada.
Pasado cierto tiempo se vio cierto movimiento en la entrada y todos los debates se suspendieron. Pusieras la cadena que pusieras todas se centraban en la misma imagen desde diferentes puntos de vista, una imagen que mostraba grupos de militares entrando armados en el palacio real. Tras un periodo de ajetreo de un lado para otro que pareció eterno empezaron a impacientarse los medios. Era imposible que nadie obtuviera nada de información de ese movimiento. Las idas y venidas cada vez más caóticas y desesperadas de ese tropel de soldados tenían en vilo a millones de personas. No tenían sentido. Menos sentido tuvo que minutos más tarde empezaran a salir andando una cantidad parecida a la de los soldados que entraron. Parecían abatidos, pero nadie se explicaba el por qué. Todo parecía sucederse a cámara lenta en una espera interminable. Los programas volvieron a los debates alocados de locas teorías. Los rumores cada vez eran menos verosímiles, pero ¿qué lo era?
Después de lo que pareció una eternidad, un comunicado oficial fue el que aclaró un poco el asunto. Y digo "aclaró" por usar un verbo, pues casi creaba más expectación y desconcierto. Nada parecía cuadrar cuando tras releer el comunicado una y otra vez lo único que se podía sacar en claro de la maraña de frases inconclusas es que no había nadie. Estaba todo vacío. Eso habían descubierto los militares.
El desconcierto general dejó a todos sin palabras. Se empezaron a revisar todos los vídeos posibles de cámaras pero nadie llegaba a ninguna conclusión. Parecía que se habían volatilizado en el aire. Horas y horas siguieron los medios dando forma a las teorías menos raras hasta formar ideas más o menos aceptables. Esperaban encontrar alguna imagen que lo explicara todo. Pero conforme pasaron las horas el cúmulo de gente fue empezando a disolverse. Era sencillo, no había nada que ver.
Empezaron las  investigaciones oficiales. Las primeras horas se convirtieron en días, y estos en semanas. Las promesas del gobierno de "esclarecer y solucionar" se quedaron en meros intentos que no salieron bien. No había prueba alguna que explicara que había pasado ahí dentro. Ninguna prueba que determinara el estado de los miembros de la Casa Real, ni tampoco de los individuos que habían causado tal escena. Nadie pudo llorar sus muertes, pues nadie sabía si lo estaban. Y las extrañas circunstancias del incidente crearon un desconcierto que mitigó la indignación general. Pocos sabían cómo reaccionar.
Hubo un intento de continuar la monarquía siguiendo los lazos familiares. El gobierno aseguró que era necesario para la democracia, que sería lo mejor para la estabilidad política. Sin embargo, tras unas semanas en las que unas personas nada preparadas se hacían llamar "reales", los ciudadanos se dieron cuenta que cualquier monigote podría hacer el mismo papel representativo que esos mindundis. Es más, en ese periodo pocos echaron de menos la anterior figura del Rey y sus extravagancias. El desgaste causado por esta decisión hizo perder las elecciones a un gobierno que no había sabido gestionar un incidente, ni proponer alternativas útiles a sus consecuencias.
Desde entonces ese día fue recordado como el día en que unos villanos hicieron desaparecer la monarquía. Y la vida siguió igual.

MELO

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