miércoles, 1 de octubre de 2014

La reina de los villanos

Un corazón acorazado como el mío es impenetrable, indestructible, un misterio de la naturaleza. Lo que en él se esconde pocos ojos lo han visto y han vivido para contarlo. Soy la reina de los villanos. Todos los criminales vienen a mostrarme su respeto y lealtad. Los aficionados solo buscan ganar dinero rápido y sin remordimientos, los profesionales llegan a disfrutarlo y la reina nunca llega a saciarse, siempre quiere más. Para ella la depravación es puro néctar.

Con solo treinta años dirijo la mayor organización de estafa de todos los tiempos. Tengo ojos y oídos en todas partes. Acojo a rateros, ladrones, asesinos, forajidos en busca y captura, expresidiarios, pandilleros... Todos esos malhechores vienen a mí y yo les hago asquerosamente ricos. Los más inteligentes y astutos llegan a ser incluso millonarios. Nada que yo no haya conseguido antes. Les enseño las mejores técnicas para engañar, timar, estafar, confundir, falsificar, engatusar y embaucar a todo aquel del que puedan sacar algo, pero pobre del iluso al que consigan pillar porque me desentenderé de él. Mi lema es: “La suerte de cada uno depende de cada uno”. Por eso nunca me han cazado ya que los pocos que hayan tenido pruebas contra mí o me hayan traicionado, bueno... me temo que ya no están entre nosotros.

Admito que en ocasiones caigo en tentaciones, como aquel día en el que me dirigí a la Iglesia para cobrar uno de mis últimos beneficios de la mano del propio cura de mi viejo barrio al que volví glamurosa y pisando fuerte sobre mis tacones para hacerme cargo de él personalmente.
-Un placer hacer negocios con un usted, padre-dije mientras guardaba sus billetes en mi cartera.
-Solo espero que esas fotos nunca salgan a la luz-susurró-mi desliz será perdonado por Dios con arrepentimiento. Él lo perdona todo, también sus fechorías, señorita. Rezaré por usted.
-No se moleste, padre, yo no tengo salvación-sonreí mientras estiré mi mano para despedirme de él, pero este no mostraba interés por estrecharla-¿no da la mano a una pobre pecadora?-este la cogió temiendo mi reacción. Me puse la gafas de sol y salí de la iglesia satisfecha.

En la calle tropecé con alguien y empecé a jurar en hebreo. Al levantar la vista y encontrar su cara, mi rostro se descompuso. Hacía demasiado tiempo que no le veía. Era Héctor y su mejor sonrisa de niño bueno. Mi más secreto amor platónico desde que íbamos juntos al colegio del barrio.
-Perdona no te he visto-se disculpa-un momento... ¿Rebeca? ¿Eres tú? Vaya estás... genial, irreconocible. Ha pasado mucho tiempo.
Concretamente hacía seis años, cuando se declaró y yo le rechacé por tener mejores aspiraciones.
-Sí... hace mucho-él estaba igual con su pelo alborotado y su camisa a cuadros-¿qué tal la familia? ¿cómo van tus obras de arte? ¿sigues en el barrio?-él se rió.
Yo misma me dí cuenta de que eran demasiadas preguntas.
-Están bien, gracias. La venta de cuadros podría ir mejor, mis últimas exposiciones han tenido menos éxito, pero mantengo la esperanza y sigo trabajando. Y sí, aún vivo aquí. Ya sabes dos calles más abajo ¿Quieres venir? Así me cuentas lo bien que te van las cosas y nos ponemos al día.
Entonces recordé la principal razón que me llevó a alejarme de su lado. Héctor era demasiado bueno para mí, cualquiera de mis actos hubieran repercutido en él y no se lo merecía. Rehusé su propuesta y me despedí. Al día siguiente, el pintor recibió varias llamadas de distintas galerías para nuevos proyectos.


Si hay que tener una religión que nos recuerde valores y principios, quizás él sea la mía. 
Sí, tengo algunas adicciones perjudiciales a parte de la inmoralidad.
¡Qué puedo decir, nadie es perfecto!

Alicia Salazar

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