Ver
una película en la gran pantalla atendiendo únicamente a la
película y abstrayendote de todo lo demás es algo asombroso, pero
vivir una es algo mágico. Verme tan bonita y con esa gracia de la
juventud en mis películas de aquellos tiempos de gloria me hizo
remover viejos recuerdos llenos de polvo. Ahora que mi cara está
llena de arrugas y mis cabellos son blancos todo es distinto. Ahora
que he perdido mi belleza y mi energía solo me quedan mis películas
y mi familia para llevar la vida tranquila y retirada de las cámaras
que siempre quise. Mi nombre es Mary Orwell, aunque solía ser más
conocida por Charlotte Golding, un simple nombre artístico que
arrasó las carteleras de Estados Unidos en los años 40' y 50'. Yo
solo era una chiquilla de familia humilde cuando me encontraron.
Dijeron que fui el gran descubrimiento cinematográfico. En mi opinión, yo solo era otra cara bonita. Pero yo no era como esas divas
que solo buscaban el éxito y el poder sobre todos los demás. Sin
embargo, mi manager era un profesional y me hizo una gran publicidad
con la que llamé la atención de todos.
En
mis primeras experiencias en plató yo era solo un títere, pero un
títere fascinado por lo que allí se creaba y, sobre todo, por cómo
se creaba. Me dejé maravillar por
todos esos cambios de ropa, peinados, maquillaje, focos y escenas que
todas aquellas personas montaban para formar una historia a la que yo
debía dar vida junto a los otros actores. Durante la producción, el
director luchaba entre las exigencias impuestas por un presupuesto y
un calendario fijado, y los conflictos propios de la mezcla de
individualidades. Era muy consciente de que cualquier decisión
tendría un coste que podría devolver ganancias o provocar un gasto
enorme y eso repercutía en cada uno de nosotros. Fue irónico darme
cuenta de lo mucho que me gustaba ese trabajo y lo que odiaba que me
manejaran a su antojo, lo que me llevó a no ver a mi familia en
meses o no poder ir al entierro de gente querida, perder amigos y
ganar otros a los que lo único que les importaba era mi fama y mi
dinero. Una riqueza que no podía comprar mi felicidad. Empecé a ser
perseguida por los paparazzis e invitada a grandes eventos de la alta
sociedad. Era el sueño de toda niña, incluido el mío, pero al
chocar con toda esa hipocresía y codicia de aquella gente entendí
que la realidad era muy distinta de las fantasías de la infancia.
Llegué
a tener tantos pretendientes... pero de todos ellos destacaron dos:
Mattew Sanders y Luke Fischer. Mattew era un productor de cine
millonario apuesto, educado, encantador, elegante, con contactos en
todos los países del mundo y me adoraba. Luke cargaba con los
materiales de las escenas de mis películas y las montaba; era bueno,
humilde, simpático, divertido, romántico y responsable ya que se
encargaba de cuidar a su madre enferma por la que trabajaba para
pagar los caros medicamentos. Eran el día y la noche. Eran mis
propias pesadillas en las que luchaba por saber que era lo que
realmente deseaba. Comencé a salir con Mattew tras mucho insistir
por su parte y por la de mi manager. Después de varios meses
saliendo juntos en público y una proposición en matrimonio me dí
cuenta de que él estaba enamorado de Charlotte pero que Mary le caía
demasiado grande. Discutíamos a todas horas a pesar de que él
siempre trataba de arreglarlo. Comencé a ver en secreto a Luke y
puedo decir sin remordimientos que aquel amor oculto y mal visto por
todos fue el más apasionado y profundo que he tenido en toda mi
vida.
En
la última de mis batallas entre la cabeza y el corazón, la razón
perdió la guerra en favor de mis sentimientos más secretos. Dejé a Mattew, escapé de la industria cinematográfica
que me había esclavizado y comencé una nueva vida al lado del amor
de mi vida, Luke ¿Que si eché de menos mi carrera como actriz? Sí,
pero lo que vino después de todas mis películas fue la verdadera
historia de mi vida. No me arrepiento de nada. Viví con un pie en un
mundo oscuro lleno de emociones y tentaciones fascinantes que
escondían mezquindad y egoísmo y con el otro en un mundo luminoso
con más tranquilidad pero lleno de amor y felicidad. Lo viví todo.
Alicia Salazar
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