miércoles, 8 de octubre de 2014

Películas en blanco y negro

Ver una película en la gran pantalla atendiendo únicamente a la película y abstrayendote de todo lo demás es algo asombroso, pero vivir una es algo mágico. Verme tan bonita y con esa gracia de la juventud en mis películas de aquellos tiempos de gloria me hizo remover viejos recuerdos llenos de polvo. Ahora que mi cara está llena de arrugas y mis cabellos son blancos todo es distinto. Ahora que he perdido mi belleza y mi energía solo me quedan mis películas y mi familia para llevar la vida tranquila y retirada de las cámaras que siempre quise. Mi nombre es Mary Orwell, aunque solía ser más conocida por Charlotte Golding, un simple nombre artístico que arrasó las carteleras de Estados Unidos en los años 40' y 50'. Yo solo era una chiquilla de familia humilde cuando me encontraron. Dijeron que fui el gran descubrimiento cinematográfico. En mi opinión, yo solo era otra cara bonita. Pero yo no era como esas divas que solo buscaban el éxito y el poder sobre todos los demás. Sin embargo, mi manager era un profesional y me hizo una gran publicidad con la que llamé la atención de todos.

En mis primeras experiencias en plató yo era solo un títere, pero un títere fascinado por lo que allí se creaba y, sobre todo, por cómo se creaba. Me dejé maravillar por todos esos cambios de ropa, peinados, maquillaje, focos y escenas que todas aquellas personas montaban para formar una historia a la que yo debía dar vida junto a los otros actores. Durante la producción, el director luchaba entre las exigencias impuestas por un presupuesto y un calendario fijado, y los conflictos propios de la mezcla de individualidades. Era muy consciente de que cualquier decisión tendría un coste que podría devolver ganancias o provocar un gasto enorme y eso repercutía en cada uno de nosotros. Fue irónico darme cuenta de lo mucho que me gustaba ese trabajo y lo que odiaba que me manejaran a su antojo, lo que me llevó a no ver a mi familia en meses o no poder ir al entierro de gente querida, perder amigos y ganar otros a los que lo único que les importaba era mi fama y mi dinero. Una riqueza que no podía comprar mi felicidad. Empecé a ser perseguida por los paparazzis e invitada a grandes eventos de la alta sociedad. Era el sueño de toda niña, incluido el mío, pero al chocar con toda esa hipocresía y codicia de aquella gente entendí que la realidad era muy distinta de las fantasías de la infancia.

Llegué a tener tantos pretendientes... pero de todos ellos destacaron dos: Mattew Sanders y Luke Fischer. Mattew era un productor de cine millonario apuesto, educado, encantador, elegante, con contactos en todos los países del mundo y me adoraba. Luke cargaba con los materiales de las escenas de mis películas y las montaba; era bueno, humilde, simpático, divertido, romántico y responsable ya que se encargaba de cuidar a su madre enferma por la que trabajaba para pagar los caros medicamentos. Eran el día y la noche. Eran mis propias pesadillas en las que luchaba por saber que era lo que realmente deseaba. Comencé a salir con Mattew tras mucho insistir por su parte y por la de mi manager. Después de varios meses saliendo juntos en público y una proposición en matrimonio me dí cuenta de que él estaba enamorado de Charlotte pero que Mary le caía demasiado grande. Discutíamos a todas horas a pesar de que él siempre trataba de arreglarlo. Comencé a ver en secreto a Luke y puedo decir sin remordimientos que aquel amor oculto y mal visto por todos fue el más apasionado y profundo que he tenido en toda mi vida.



En la última de mis batallas entre la cabeza y el corazón, la razón perdió la guerra en favor de mis sentimientos más secretos. Dejé a Mattew, escapé de la industria cinematográfica que me había esclavizado y comencé una nueva vida al lado del amor de mi vida, Luke ¿Que si eché de menos mi carrera como actriz? Sí, pero lo que vino después de todas mis películas fue la verdadera historia de mi vida. No me arrepiento de nada. Viví con un pie en un mundo oscuro lleno de emociones y tentaciones fascinantes que escondían mezquindad y egoísmo y con el otro en un mundo luminoso con más tranquilidad pero lleno de amor y felicidad. Lo viví todo.


Alicia Salazar

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