domingo, 19 de octubre de 2014

Oscuridad y silencio.

La estridente alarma suena una vez más. Un día más abro los ojos molesto y alargo el brazo hasta apagarla. Resentido, reúno fuerzas unos instantes para poder levantarme. Me quedo pensativo unos minutos sentado en la cama. Siempre cuesta empezar.

La rutina sigue su curso. Me ducho para despejarme y me toca afeitarme. La torpeza matutina hace que me haga un corte de apenas un centímetro en la cara. No me quejo, no suelo hacerlo cuando no hay nadie para oírme. Me chupo el dedo y el sabor a hierro me inunda. Más tarde, ya vestido con la ropa que te pondrías un lunes cualquiera, desayuno café y algo con lo que llenarme el estómago. El mismo sabor de siempre.

Cuando salgo por la puerta el viento frío me sorprende. Echo de menos mi cazadora, la cual espera inútilmente en el trastero. Sin embargo no tengo tiempo para recorrer la distancia que me separa de ella. Todos los días voy justo. Ya en el coche lo consigo encender a la segunda. Pongo la radio y me llegan al oído lo mismo de todas las mañanas. Intentos de animar a los oyentes de un programa cualquiera matutino. Hago el camino de todos los días peleándome con otros muertos vivientes al volante. "Algún día se matará alguien en este cruce" pienso al ver como un conductor atrevido cruza dos carriles un poco antes de que un camión pase pitando. Llego al trabajo apenas 5 minutos antes de la hora. El tiempo justo para llegar a mi puesto, que se encuentra un poco alejado. Suspiro. No me gustan las prisas, debería haber salido antes de casa.


El ajetreo enseguida me despierta. El ruido de las llamadas, las conversaciones y los teclados siendo usados es casi familiar para mí. Empiezo con un par de llamadas que se me quedaron pendientes de ayer y luego sigo con el papeleo atrasado. Siempre hay papeleo atrasado, es como una maldición. A media mañana me tomo un café y coincido con un compañero. Me cuenta con alegría la venta que había logrado esta mañana. Yo le digo que menos mal que no estoy en ventas, no sabría que decir. En parte es cierto.

Consigo avanzar bastante después del descanso y consigo salir diez minutos antes de que se acabe mi turno. Con suerte me dará tiempo a cambiarme antes de ir al restaurante. El camino hasta el coche se me hace corto, y eso que he aparcado lejos. Me fijo al llegar que alguien ha dejado una raya en mi coche y que no hay nadie aparcado a mi lado. "Algún cliente descontento" pienso mientras me digo que debería aparcado a más distancia de la línea.

Creo que ya he dicho que no me gustan las prisas, y menos conduciendo. La torpeza y el espesor de la mañana se sustituye por impaciencia y prisas al volver. Me paro en el cruce, viendo como el tráfico denso me deja pocas posibilidades. Si espero mucho más no llegaré a tiempo. Un coche con pinta de despistado parece ir a menos velocidad, lo que me hace atreverme a pasar rápidamente.

Conforme acelero veo como otro coche asoma por la izquierda del lento con intención de adelantar, ganando bastante velocidad. Me asusto. Piso y piso el acelerador intentando evitarlo pero la distancia es demasiado corta. El otro conductor apenas puede reducir la velocidad cuando se da cuenta. Veo como se acerca a gran velocidad y me protejo mientras grito, aunque no haya nadie para oírme. El coche parece que se dirige hacia mí directamente haciendo caso omiso del coche que me encierra. No veo pasar mi vida ante mis ojos, todo ocurre a cámara rápida.

Oscuridad y silencio.

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