Ridícula, estúpida,
infantil, histérica, inestable... Así me siento desde que te vi por
primera vez. Cierro los ojos y es como si te viera caminando por la
acera de la calle otra vez, justo ahí mientras aparcaba mi coche.
Tú. Tan atractivo, bien vestido y con paso firme. Con esa mirada tan
curiosa en mí. Casi tanto como la mía en ti. Creo que ninguno de
los dos sabíamos el origen de esa electricidad que pasó del uno al
otro cuando se cruzaron nuestras miradas. Y yo allí sentada en el
asiento del conductor... Mirándote desde abajo como un perro
abandonado esperando a que me recogieras. Sí, mi primer día de
trabajo fue “interesante”. Te encontré en aquel gran edificio.
Eras uno de los asociados importantes de la empresa. Así que esta
secretaria debía guardar la compostura.
Siempre he sido una mujer
inteligente que sabía como jugar con los hombres y, lo más
importante, cuando retirarse si no le convenía. Pero tú rompes
todos mis esquemas cada vez que llegamos al trabajo a la vez o pasas
por mi cubículo al lado de la oficina de mi jefe para hablar con él.
Lo único que me dice mi intuición desde que llegué es que yo te
gusto y creo que tú empiezas a influir en mí más de lo que yo
quería. Para ti es fácil con esa media sonrisa de lado y esas
palabras agradables que cada día son más y con más confianza. Poco
a poco me miras con más picardía sabiendo perfectamente que me
tienes en el bote. Algo que nunca suelo mostrar.
Me he dado cuenta de que
con los días mis amigos saben más de ti y que mi boca te nombra más
veces de las que mi orgullo le deja decir. También me he fijado en
que he empezado a ponerme más guapa para ir a trabajar y tú lo
notas y te encanta. Me tienes en el bote y lo sabes. A veces
planifico decirte algo y cuando te cruzas conmigo tú eres el que lo
dices antes de que pueda ni pensarlo y a mi solo me queda asentir y
sonreír. Me tienes en el bote y lo sabes. Tu llevas la iniciativa de
todo cuando yo era la que solía tener la sartén cogida por el mango
y ahora simplemente me quemo cada vez que intento cogerla. Me tienes
en el bote y lo sabes. Sé que te gusto pero no puedo mover una ficha
del tablero sin que me hayas hecho jaque mate porque... Me tienes en
el bote y lo sabes.
Hoy es la cena de Navidad
de la empresa. Dicen que es un evento de etiqueta muy importante para
causar buena impresión, así que me pongo un vestido negro de gala y
llevo a mi ex como acompañante. Al llegar ambos nos dejamos
impresionar por las luces, la música, el festín de las mesas, el
gran salón de baile, el bar de barra libre y... Tú. Tan guapo y
bien acompañado por esa modelo rusa a conjunto de ti. Tratas de
evitarlo pero en cuanto nadie se fija te me comes con la mirada. En
la cena ni si quiera te dignas a mirarme y en el baile, mientras yo
bailo con uno de mis viejos juguetes, vuelves a fijarte en mí. Me
doy cuenta y mi ex también. Cuando este está lo suficientemente
borracho empieza a tirarle los tejos a tu rubia y tú aprovechas para
bailar conmigo. Esa mano está demasiado al sur y tu respiración
choca con la mía. Mi corazón late demasiado fuerte, demasiado
rápido, tanto que creo que puedes sentirlo. Me tienes en el bote y
lo sabes.
Mi ex monta una de sus
escenas con la rusa, tú me guiñas un ojo y salimos de ahí mientras
están ocupados con el numerito. Cogemos un taxi y con la velocidad
siento que el corazón va a salirse de mi pecho definitivamente. Esos
dos segundos inmersa en tus ojos son demasiado largos pero el beso me
introduce en un estado de shock del que espero no salir nunca. No
creo que esto sea amor pero empiezo a pensar que es algo más que
deseo. Supongo que un día tenía que encontrar a alguien que me
ganara en mi propio juego y me volviera loca con solo media sonrisa,
así como tú necesitabas a alguien que te sacara de tus rutinas
planificadas con barbies de plástico por alguien diferente y único
que te hiciera improvisar. Porque te tengo en el bote y lo sé.
Alicia Salazar
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