Nunca he sido una chica
como las demás. Recuerdo que cuando era pequeña los profesores nos
preguntaban en clase sobre los animales que podríamos ser, pero mi
respuesta dependía de lo que se planteara. Si me preguntaban qué
animal me gustaría ser, contestaba “el león”; así es
como veía a mis compañeras de clase, leonas que pisaban fuerte
hacia un destino fijo. Sin embargo, si la pregunta era con qué
animal me identificaba, yo siempre respondía “un pajarillo”; yo
era como aquellas aves libres que surcan el cielo. Cuando me sentía
mal solo quería volar, extender mis alas y escapar de la vida que
mis padres me habían planeado y que no era para mí. Mi madre solía
decir que yo era como una brújula rota incapaz de encontrar el
norte, pero no estaba dispuesta a seguir un camino que no llevara
escrito mi nombre. Lo siento, mamá, pero nací para perderme entre
rutas y viajar sin un rumbo preciso. Mi voz no es un rugido que
imponga respeto y muestre seguridad, yo emito alegres armonías, un
canto a la libertad que me ayude a seguir adelante y me devuelva la
sonrisa cada vez que caiga al suelo. Una tipo de música diferente,
supongo.
Aquellos caballeros de la
noche que iban y venían, me daban el calor del hogar que había
dejado hace tiempo y que no tenía. Llevo un año alternando con
ellos pero sigo sintiéndome vacía. Creo que aún me obsesiono con
ese tipo de libertad de las aves y que cada melodía que escucho me
recuerda. Ahora solo sus notas me estabilizan y realmente lo necesito
porque a veces, en esta perdida y confusa vida que llevo, me mareo.
Hace poco empecé a
visitar un local de micrófono abierto y me gustó un grupo de chicos
que tocan canciones que hablan sobre lo que pienso, lo que no tengo,
lo que busco... Y sus ritmos, a veces fuertes y rápidos y otras más
lentos y suaves, consiguen calmar la tempestad de mi alma. Días
atrás hablé con ellos, son tan simpáticos... ¿Es posible que unos
extraños te extiendan la mano antes que tu propia familia? Se van de
gira y me han propuesto ir con ellos como vocalista, me han escuchado
y dicen que valgo. Me voy con ellos y lo dejo todo atrás. Dejo mi
trabajo, mi casa, mi familia, mis amantes, mis torturas, mis
miedos... Mi pasado. Necesito comenzar una nueva vida en la que me
sienta libre de una vez por todas, en la que persiga un sueño
corriendo al lado de la música, la única que me ha mantenido de pie
todo este tiempo. Voy a salir de mi jaula y volar hacia el horizonte.
Es curioso lo que puede cambiarle la vida a una persona de un año
para otro ¿verdad?
Subo a la furgoneta, ya
nos vamos. Estos serán otros amantes, otros días, otras
canciones... Pero veo en sus ojos que no albergan hacerme mal, por
primera vez siento que tengo un hombro donde apoyarme. No dejaré que
pase un solo día en el que no me sienta como un pájaro libre. Voy a
gritar mis sueños al mundo y a confesar mis pecados y miedos en
canciones. Y no me importa ser una cantante sin nombre, es mi cura
personal. Sé que las jornadas de un grupo de música no siempre son
días de gloria, muchos serán los momentos duros, pero estoy
dispuesta a ello por seguir el camino que, por primera vez, yo misma
he escogido.
Alicia Salazar
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