"No es tan
trágico jugar con la distancia y heredar su soledad" me intento repetir
cada domingo y cada día de la semana en la que tu sonrisa la dejo en otra
ciudad, en otro continente. Cada vez que me tengo que despedir de tus abrazos
mientras siento como tus brazos me miran con recelo, por no poder compartir
conmigo más tardes, más días locos, más momentos intensos.
No diré que es fácil
pero la distancia se ha convertido en mi rutina. Así también es como he
aprendido a echar de menos. Pequeña de
corazón frío… Nunca pensé que yo pudiera llegar a sentir eso. También he
entendido quién de verdad merece la pena, a quién de verdad quieres ver y oír
cuando no los tienes cerca.
Así es como he
acabado aprendiendo que los días tienen 24 horas pero que los buenos momentos
se pueden estirar más. Así es como he aprendido que la cerveza es mejor entre
anécdotas y momentos confidentes con personas que estaban esperando igual que
tú esa hora para poder verte, sonreírte y abrazarte.
Cuando una vida
empieza a medirse en kilómetros y días invertidos en carretera y manta se
valoran más los pequeños detalles y a las grandes personas.
No diré que la
costumbre no haga daño y no diré que no me reviente tener que dejarte con tu
mirada perdida cada fin de semana. Pero es cierto que sea cual sea mi
dirección, siempre vuelvo, nunca voy. Y todos los domingos me toca volver a una
ciudad que me ha dado también grandes personas y momentos, grandes amaneceres y
atardeceres, que me ha dado una nueva visión de mí misma y del mundo.
También es cierto
que cuando aprendes a vivir en dos sitios a la vez, aunque no se posea el don
de la bilocación, sí se desarrolla un amor bipolar. Un amor que no sabe muy
bien a dónde va ni de dónde viene, pero que se quiere quedar en más de un sitio
a la vez. Que quiere disfrutar de las dos cosas y que tiene que turnarse,
sintiendo a veces una pesadez innecesaria que se ve compensada por las risas y
los besos, las caricias y los abrazos.
Intento pensar que,
gracias a partirme el corazón en dos he ganado espacio para querer a más
personas. Aunque a veces sea duro, aunque no se pueda tener todo a la vez.
Neko
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