martes, 21 de octubre de 2014

Show must go on.

Los meses se iban agolpando, y en mi ventana las lágrimas iban galopando y resbalándose mientras en mi mente se hacían mil y una imágenes sobre cómo sería mi vida sin ti, mi sonrisa sin ti, mi ansiedad sin ti.

Los meses y las horas iban pegándose a mí e iban pidiéndome más segundos para mí y menos para ti. No querían ver tu triste figura y la melancolía era un demonio del que huía a cada paso de página que daba sobre mis apuntes.

Fueron días de reflexión, idas y venidas sentada en una silla que ha sentido demasiados orgasmos vacíos, llenos de falsas pretensiones y banalidades. Idas y venidas a la velocidad de la luz, yéndome a la luna a buscar un poco de esperanza. Una esperanza que tu mirada tan terrenal no me iba a dar nunca sino que me la quería quitar a mí, consumiéndome poco a poco mientras el humo no se conseguía extinguir de mis pulmones ni de tus reproches…

Fueron, en fin, días invernales. Hielo que acabó fragmentando dos corazones de sangre caliente. Dos corazones que luchaban por latir al unísono a pesar de que el mío tuviera un soplo y el tuyo fuera de un animal. Fueron días que acabaron en el momento en el que yo intenté estirar aquello que no tenía ni un ápice de flexibilidad.

Pero… El tiempo me ayudó a comprenderte, a ganar en tu terreno y a entender que no podía pasar otra cosa que dejar de ser. Y entonces, tras meses, semanas y momentos de dudas, quebraderos de cabeza, te dejé marchar de mi vida. Y tú, como buen poeta de la tempestad, supiste que no debías volver hasta que no volviera la calma. Y así fue, como… No sentí más que bienestar, paz y tranquilidad. Tu mirada y la mía dejaron de mirarse con ojos llorosos y pasaron a mirar en otras direcciones, en otras personas, en otras metas.

Y así fue como, tras toda esa tormenta, esas peleas a fuego lento y a cuerpo descubierto, se quedó todo en un montón de nada. En un montón de tranquilidad, paz y congruencia.

Podría arrepentirme de cualquier cosa que ocurrió durante esos meses en los que tensamos tanto que acabamos relajándonos de golpe, pero no. Podría arrepentirme de cualquiera de mis palabras, pero no, fueron sinceras como mi mirada. Podría arrepentirme de haber "perdido" el tiempo en intentar descifrar tu cabeza cuando era un montón de serrín viejo, pero no, porque fue totalmente necesario para la escena final. No me arrepiento de nada de lo que pasó, ni del principio, ni del medio, ni del final. Ni de los miedos, ni de las dudas, ni de las heridas que nos hicimos. Fue todo como tuvo que ser y la calma sostenida que siento al recordar tu nombre es lo que más me reafirma actualmente.


Porque contigo aprendí, crecí y viví. Aprendí qué no quería ser ni poseer, ni compartir ni vivir, quién era yo en mis peores momentos y quién en mis mejores.  Aprendí a valorarme mientras tus palabras intentaban subestimarme a pesar de que tu corazón me mandara señales opuestas. Porque contigo, a fin de cuentas, maduré.  Aunque luego nuestros caminos se separaran. Aunque ahora ya no sea sino es sin ti. Porque nunca negaré que tú has sido un quién muy importante en mi vida.


Neko 

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